Huelguistas por dignidad

Después de casi diez años de silencio y de ostracismo, la clase trabajadora comienza a levantar la mirada en Lanzarote. Ha sido este último, y aun lo está siendo, un período oscuro, de aplastamiento de los ideales, de sumisión, miedo y mordaza. Con los sindicatos a la desbandada, los trabajadores se replegaron sobre sí mismos, se abrazaron a sus familias y, con lágrimas en los ojos, apretaron los puños, bajaron la cabeza y se dispusieron a partirse el pecho en lo que hiciera falta para sobrevivir: los chicos lo primero. La Internacional se convirtió en un mal sueño, un eco lejano quizá procedente de otro siglo. Pero el abuso siempre acaba por despertar las consciencias. Ejemplos como los de las Kellys, mujeres explotadas hasta la extenuación en los hoteles, han comenzado a germinar reclamando que la abstracta mejora de la macroeconomía llegue a los trabajadores, a las pymes y a los hogares; que llegue en forma de mejores salarios, mucho mejores, y calidad en el trabajo. Por eso resulta trascendental que se haya movilizado y esté en huelga la mayor parte de los trabajadores de una compañía de referencia en esta isla, una entidad pública empresarial local aquí llamada Centros Turísticos.
 
Están en lucha como en los mejores tiempos del movimiento sindicalista, juntos, unidos y firmes como tachas hasta el final. Y lo hacen por dignidad. No piden mejoras; en eso son solidarios con la situación general de la clase trabajadora. Lo que reclaman es que la empresa cumpla el Convenio Colectivo que firmó en 2014 y que acate las sentencias judiciales que dan la razón a los trabajadores que han visto recortados sus ingresos injustamente. Son huelguistas ejemplares porque luchan por simple dignidad, por no dejarse avasallar después de armarse de paciencia durante casi tres años. Hasta que dijeron ¡Ya está bien! Al desatarse la crisis y tras las reformas ultra liberales del PP, un sector del empresariado no ha hecho más que frotarse las manos, ya que se regresó a una fase del capitalismo que todos creíamos superada, y en la que el trabajador no es nada, no es nadie, carece de derechos: cállate, conténtate con un puñado de euros y da las gracias. La lucha de los Centros trasciende a los trabajadores del ente público al plantarse ante una patronal de corte político, y no empresarial, para reclamar que los acuerdos están para ser cumplidos y que aquí se trabaja con la verdad por delante, la cabeza alta, el orgullo intacto y la dignidad por bandera. Y se va a la huelga con la verdad por delante, la cabeza alta, el orgullo intacto y la dignidad por bandera. Unos valores estos en los que se sienten representados la inmensa mayoría de los trabajadores de Lanzarote.

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