La Graciosa ante el espejo

La Graciosa ante el espejo

Es tal el éxito alcanzado por la Graciosa que, si no hace régimen y adelgaza, podría acabar empachada, virada patas arriba y preguntándose qué rayos falló, con lo bien que iba todo. La isla está a reventar, fijo, y no cabe un alma. Por el camino, uno se olvidó de dar los buenos días, otro te dice que una boga es un mero, y, a ciertas horas, la gente está toda apretuñada. Alguien vino de fuera, lo retrató, quizá sesgadamente, lo pasó por la tele y ya tenemos tema para rato en el palo del cabildo, con la fresquita.
 
Caleta del Sebo forma parte de un espacio natural protegido. En ellos, la cultura de los límites es el pan nuestro de cada día. El Archipiélago Chinijo fue declarado Parque Natural en 1986 y, tres décadas después, siguen aguardando orden y concierto los gracioseros, los caleteros, las arenas, los visitantes, los animales y las plantas que se encuentran dentro de sus límites. Los islotes y, con ellos, Caleta del Sebo deben regular las actividades humanas que en allí tienen lugar. Mejor con consenso. ¿Cuánta gente cabe a la vez en playa Francesa? ¿Y en La Cocina? ¿Cuántos decibelios se puede emitir en una playa? ¿Puede todo el mundo comer pescado fresco todos los días? ¿Y los coches particulares, 400, 250, 78, ninguno? ¿Pueden todos los hijos de la isla recibir una parcela gratis para crear una familia? ¿Qué pasa con los títulos de propiedad del suelo urbano?¿Cómo, cuánto y hacia dónde debe crecer el núcleo de Caleta del Sebo? ¿Dónde y bajo qué condiciones se pueden plantar tomates o cobijar unas cabras? Suma y sigue.
 
La capacidad de carga está a punto de desbordarse, si no lo está ya. El paraíso se resiste a mirarse al espejo: quizá no le agrade lo que vea.

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