Lo que acontece. Octubre

Siniestralidad
La afirmación desde CC, no sé si compartida por toda la comunidad nacionalista, sobre que el cierre de la avenida es responsable del aumento de la siniestralidad en la circulación, podría calificarse desde perspectivas muy diferentes:
 
1.- Como una extraordinaria muestra de irresponsabilidad de CC que libera a los conductores de la suya, la que concierne al cumplimiento de sus deberes, de lo emanado en leyes y normas, y de la elemental precaución que se debe adoptar con un volante en las manos. Presume por ello CC de que ninguno de los responsables de los accidentes conducía de forma temeraria, infringía el código de la circulación o  iba borracho.
 
2.- Como una ligereza fruto de la común falta de reflexión que nos regalan nuestros representantes políticos.
 
3.- Como una afirmación que  persigue, y no logra, el desgaste del PSOE socio de CC en las tareas de gobierno municipal. El objetivo es acabar con el pacto poniendo en evidencia una aparente incompetencia de la alcaldesa.
 
4.- Como una directriz pactada por dos mujeres, de PP y CC, mujeres con hechuras de varón, a la vista de la torpeza que manifiestan y que pone en cuestión la tradicional capacidad reflexiva de aquellas. Capacidad diluida en la enfermiza ambición de una, con la punta del tacón rozando el fin de su carrera política y con el desasosiego que le produce no tocar el sillón municipal; de la endeblez de la otra, obligada a mantener a un presidente del Cabildo que no dudaría en someterla bajo su axila para convencer de su autoridad.
 
Cualquiera de las razones para establecer tan singular relación entre el cierre y los accidentes les coloca en una posición muy poco ventajosa, produce rubor y algo de vergüenza ajena, y nos acerca a la adopción de la firme convicción de que deben quitarse de en medio. Esta es la de cal. La de arena es que éstos, con su torpeza, hace excelentes al resto. Y tampoco es eso.
 
Banderas
Parece que se puede amar el territorio y parece que se pueden amar las banderas. Lo primero lo comparto con una certeza: podría amar cualquier territorio, no sólo el de mi nacimiento, pues habrá a quien le parezca insoportable, se le vuelva insoportable o haya dejado de ser soportable. Las condiciones para amar el mío y el ajeno es que cuenten con condiciones de partida que me vayan perfilando el sentido de ese afecto: la gente que lo ocupa, la naturaleza del espacio físico, la belleza del paisaje o la sabia mano de las personas que lo han modelado o intervenido y que ha dado lugar a un hermoso escenario. Con las banderas no es igual; al menos en España las manifestaciones de afecto por la enseña estatal -que nacional puede ser cualquier cosa– causa cierto pudor, como una marca a fuego que nos impide celebrarla. El fútbol nos ha liberado de parte de esos complejos, la política no, pues la política se apropió de un símbolo para retratar una ideología. Las secuelas aún duran.
 
El problema con los afectos es que a veces desaparecen y en el mismo lugar germina el desamor, Si al menos fuera indiferencia...
 
Educación e ideología
La muestra de que la educación podría ser el instrumento para hacer un mundo mejor, aún a sabiendas de que ya sabíamos del éxito de tal medida, se ha mostrado con toda su crudeza en parte del pueblo catalán cuando nos confirman lo que sabíamos, que en el proceso educativo se adoctrina en las aulas desde edades tempranas, en marcar las diferencias, entre el “ellos” y el “nosotros”, obteniendo un éxito rotundo en esa etapa del ser humano en que las cosas se graban a fuego. Nos asombran los yihadistas en lo concerniente a su proceso de exacerbación ideológica, sin reparar en que algún sector del pueblo está en un proceso igual de extremista (no hablo de violencia).
 
Los alumnos, hoy adultos aleccionados en la causa exclusionista, hijos de esas aulas, han continuado la labor en sus hogares, con sus hijos, con sus padres, con sus amigos... hasta el punto de que utilicemos las mismas palabras para afirmar cosas radicalmente opuestas: libertad, democracia... en confundir estado y gobierno... En Cataluña muchos han aprendido en este proceso a que las palabras pierdan el valor de decir lo que quieren decir, para decir cualquier cosa diferente a lo que hasta ahora han significado. No es cuestión de utilizar diferentes lenguas, sino de la desaparición del valor de la palabra en su significación de compromiso.
 
El problema está en quien educa. El problema y la solución se encuentran en el mismo lugar, en los maestros y en el descuido impuesto y aceptado de los límites de su intervención en las aulas.

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