Práctica de Arrecife

En la teoría, Arrecife se desarrolló alrededor de un fondeadero natural. Adquirió con el paso del tiempo su fisonomía portuaria y un perfil radial casi desde la boca misma del antiguo muelle comercial: los caminos hacia el norte, el centro y el sur. En la segunda mitad del siglo XX se erigió en el centro de la conurbación donde reside o se aloja gran parte de la población fija o temporal, y donde tienen lugar la mayor parte de las actividades económicas y los desplazamientos motorizados. En la teoría, es un municipio pequeño y manejable, gobernable sin mayor complejidad.

En la práctica, Arrecife es una ciudad desposeída de su alma y con el corazón roto en mil pedazos porque no consigue hacerse querer como a ella le gustaría. Sus pretendientes no alcanzan el nivel de enamorados atentos y diligentes, porque no acaban de entender la ciudad, su pálpito y sus anhelos más profundos. Por eso Arrecife parece los restos de un naufragio por donde quiera que la mires. En la práctica, parece no tener solución.
 
Entre la teoría y la práctica se halla la caja de las herramientas, con las que se administra la ciudad desde el Ayuntamiento. Entre ellas se encuentran los instrumentos mismos con los que se gobierna el Ayuntamiento, personas en realidad. Hace bastantes años ya, alguien consideró que convenía incompetencia, poca profesionalidad, baja cualificación, ausencia de compromiso, desorganización, desorden y control estratégico de los puestos clave para ponerlos al servicio de intereses inconfesados. En el Ayuntamiento y en Arrecife. Y propuso tugurizarlos. En esas todavía estamos.
 
Tanausú Lemes

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