Lanzarote ofrece al mundo su clima, abundantes horas de sol y sus playas. Pero las playas son el principal motivo de visita para tres de cada diez turistas. Son muchos, ya que la afluencia anual supera actualmente los tres millones de visitantes. Esta industria vital podría verse amenazada si las microalgas -Trichodemium erythraeum- se expandieran por nuestras orillas, como ha ocurrido en otras islas, como Tenerife. El cierre al baño de playa Chica decretado días atrás en Puerto del Carmen ha hecho saltar las alarmas, ya que se detectó la presencia de la bacteria E.coli y se cree que se produjeron vertidos de aguas fecales al mar. Pero, ¿tenemos motivos fundados para preocuparnos?
La presencia de microalgas en otras islas inquieta a importantes sectores de la población, que no acaban de creerse las explicaciones del Gobierno y sus continuas llamadas a la calma. Por el contrario, hay quienes ven algún tipo de vínculo entre las microalgas y los vertidos al mar de aguas negras y grises sin depurar. Asimismo, la estrecha relación que los residentes mantenemos con el Atlántico convierten el mar en un recurso estratégico para la calidad de vida de la población. De ahí que la presencia de unas aguas de baño excelentes sea una prioridad para las autoridades, desde el presidente del Gobierno al último concejal de playas. Y de ahí que esté causando una verdadera conmoción la floración de microalgas -cianobacterias- en las islas occidentales.
Lanzarote cuenta son dos áreas urbanas cuyas aguas negras van al mar sin el tratamiento que exigen la normas
Tenerife, con 23 puntos negros, es la isla con más áreas urbanas que incumplen las normas europeas sobre control de vertidos. En esta isla se detectaron hace diez años 120 conducciones al mar por las que se arrojaban vertidos de forma ilegal. Ello equivalía verter al Atlántico unos 57 millones de litros de aguas negras sin la depuración exigida por la normativa, según algunas fuentes. De ahí que, inevitablemente, la ciudadanía tienda a relacionar estos vertidos con la inaudita presencia de microalgas y, sobre todo, que se haya desatado una corriente de opinión para evitar que se siga tirando al Océano aguas sin depurar.
Lanzarote, una isla que presume de ser Reserva de la Biosfera y de la calidad de sus aguas y de sus playas, cuenta con dos focos importantes de vertidos de aguas residuales al mar. Se trata de dos áreas urbanas cuyas aguas negras van al mar sin el tratamiento que exigen la normas europeas. La isla cuenta con cuatro emisarios con una longitud total de 16.400 metros, de los que el 85% se encuentran en tierra. Asimismo, existen doce estaciones de depuración de aguas residuales con una capacidad total para 28.100 metros cúbicos, por lo que no todas las aguas que se utilizan están siendo depuradas. Todos los municipios de la isla disponen esta infraestructura, excepto San Bartolomé a la que da servicio una estación de Arrecife. Ocho de estas estaciones son de titularidad y gestión municipal consorciadas a través de Canal Gestión Lanzarote. Las privadas se encuentran en el municipio de Yaiza.
Todavía el mar es tratado como un enorme vertedero oculto a la vista por un manto de agua salada
Del análisis de la información obtenida hace una década, se concluyó que en todas las islas, excepto en El Hierro y Lanzarote, los vertidos más abundantes eran los de carácter residual urbano. Aunque ese atenuante no sirve de consuelo, no resulta raro que se relacione las manchas de microalgas con tan insensata manera de desprenderse de la basura líquida en Canarias, ya que todavía el mar es tratado como un enorme vertedero oculto a la vista por un manto de agua salada. Del todo impresentable para un destino turístico tan importante y que recibe más de 14 millones de turistas al año. Y una mancha injustificable en las hojas de servicios de los últimos Gobiernos de Canarias.
