Arrecife central

Se lleva limitar el tráfico de vehículos en las ciudades: es moderno y civilizado. No se lleva abrir la puerta al tráfico: es antiguo y bárbaro. Y más en estos momentos, cuando la adolescente sueca Greta Thunberg y otros jóvenes ecologistas han convocado a una huelga general de carácter global contra el cambio climático el próximo 20 de septiembre. Esperan que su convocatoria suponga un giro en el devenir de la Historia, que los adultos dejen de mirar, se sumen a la movilización de sus hijos y nietos y pasen a actuar. También aguardan que la presión sea de tal envergadura que a los gobiernos no les quede más remedio que adoptar medidas urgentes contra el cambio climático.  
 
Es antiguo y bárbaro darle rienda suelta al tráfico porque, sólo cinco días después de la entrada en vigor de la moratoria aprobada por el nuevo alcalde popular de Madrid, en connivencia con Ciudadanos, un juez ha paralizado la medida. El magistrado está en la onda al estimar que la paralización de facto de Madrid Central produce “una evidente emisión de gases contaminantes en la zona de bajas emisiones” debido a la entrada de “vehículos contaminantes no autorizados” que ahora mismo pueden cruzar el área “sin limitaciones ni control”. Todo ello generaría un perjuicio sobre el “interés público”.
 
El juzgado ha considerado los argumentos de los denunciantes, los dichosos ecologistas, en los que explican que la moratoria de multas produce una “lesión de los intereses generales”. También consideran que medidas como Madrid Central resultan “imprescindibles” para cumplir con la legalidad europea e internacional en materia ambiental. Madrid Central es una iniciativa a favor de la salud pública debido a la lucha contra la polución. Muchas ciudades europeas han tomado medidas contra los humos de los coches, pero tan solo cuatro han ido más allá que Madrid y han impuesto un peaje para entrar al centro: Londres, Milán, Estocolmo y Gotemburgo. Mientras tanto, Arrecife se lo piensa.

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