Top Secret, 5 de julio de 2019

Atascos en el centro

El nuevo grupo de Gobierno de la ciudad de Madrid, ha decidido reabrir al tráfico las calles céntricas que Manuela Carmena había restringido. El caos y los atascos, y la contaminación, son ahora protagonistas. Siga leyendo...

Atascos en el centro

El nuevo grupo de Gobierno de la ciudad de Madrid ha decidido reabrir al tráfico las calles céntricas que Manuela Carmena había restringido. El caos y los atascos, y la contaminación, son ahora protagonistas. Madrid también tiene su particular ‘Avenida’, como en Arrecife. Del mismo modo que aquí, la izquierda creyó más oportuno restringir el tráfico en su arteria principal –varias, en el caso de la Capital de España-, la derecha ha considerado que lo mejor es que coches, motos, taxis, guaguas, furgones, etc… copen de nuevo las calles y avenidas. De momento el caos es mayúsculo, los atascos desesperantes y, a falta de medición oficial, fácil es imaginar que la contaminación ha regresado en todo su (no) esplendor. Ayer tarde, varios tuiteros se quejaban de que el servicio público de guaguas tardaba en torno a 40 minutos en hacer el recorrido entre la Plaza de Cibeles y la Puerta del Sol. Más o menos un kilómetro. Considerando que es verano y que, por tanto, no hay colegios ni padres o madres llevando a sus hijos a clase, es de récord. Cierto que, al parecer, en Alcalá estaban montando el escenario del Día del Orgullo, pero aun así parecen haber liado un pitoste notable.

Previsible

En realidad no hay nada de lo que extrañarse. Si en un tramo de calzada permites que se metan los coches sólo cabe esperar que se metan los coches. Cuantos más mejor. Y las guaguas. Y los taxis. Y las motos. Y los furgones de reparto. Y el que para a dejar a su pareja frente a la tienda. Y el que para para recoger a su pareja que sale de la tienda. Son dos minutos, un momentito. Y el que maniobra para aparcar. Y el que ha rozado al de delante y se para a rellenar los papeles del seguro. Y venga motores en marcha y humo saliendo de los escapes. Y vuelta al estrés del conductor. Y al del peatón que quiere cruzar. Lo que allí se dio en llamar Madrid Central y que ahora vuelve a ser la jungla que siempre fue antes de las restricciones de tráfico, aquí le llamamos, simplemente, Avenida. Y queremos que se abra al tráfico para llegar cuanto antes hasta Marina Lanzarote. Luego nos daremos cuenta de que, en realidad, tardaremos más. Bastante más. Incluso mucho más.

Apuestas

Si quieren podemos apostar. Un guiri que llega del sur y quiere ir a comer a un restaurante fino que le han dicho que hay en el Marina Lanzarote (desengañémonos, irán al Burger King). Con todo convenientemente señalizado, el guiri pone el GPS, tira por la circunvalación, enfila la carretera del Castillo de San José y en cuatro minutos se planta allí como un campeón. No es una línea recta, claro. Es una vía que rodea la ciudad, como todos sabemos. La línea recta sería cruzar la Avenida. Así que cuando la abran, si la abren, el guiri podrá tirar hacia el Reducto, petado de coches, adentrarse en la Avenida, repleta de vehículos, y a cero coma por hora, parando continuamente, armándose de paciencia o echando espumarajos por la boca –ya dependerá de cómo sea el guiri- llegará al auto Burger unos veinte minutos después de entrar en Arrecife. Si todo ha ido bien. Pero es lo que queremos. Meter miles de coches otra vez por la Avenida. Dicen que por el bien del comercio. Que son cuatro. Con todos sus derechos, pero cuatro. El resto de la ciudadanía no parece contar a la hora de las preocupaciones.

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