Top Secret, 13 de octubre de 2017

Carlin

Carlin
Este 12 de octubre, día del Pilar y de la renacida españolidad (Puigdemont, guárdame una cría), ha trascendido la noticia del fin de las habituales colaboraciones que el periodista y escritor  británico John Carlin venía publicando en El País. Leer a Carlin es casi siempre una delicia. Sus opiniones, ya sea sobre política ya sobre deporte, rara vez dejan indiferente a nadie. Y aunque las causas de esa separación no han trascendido (y según Carlin no lo harán jamás) parece que tienen que ver con la postura del periodista en la cuestión catalana. Un criterio, el de John Carlin, muy alejado de la línea editorial de la cabecera del Grupo Prisa que, por cierto,  ha estrenado Presidente estos días (Javier Monzón sustituye a Cebrián). De hecho en medios de la profesión nadie duda de esa relación causa-efecto. Y señalan como detonante un artículo publicado en The Times bajo el título Catalan independence: arrogance of Madrid explains this chaos. No hace falta ni traducirlo. En él, el periodista y escritor es durísimo con la actitud del gobierno español y centra el objetivo de su pluma en el presidente Rajoy y en el rey Felipe VI. Demasiado para Prisa, al parecer. Los que nos dedicamos a lo que un día Gabriel García Márquez definió como el mejor oficio del mundo, sabemos que estas cosas pasan. Y entonces somos todos un poco más pobres como sociedad.
 
"Yo soy el amo de mi destino..."
"Yo soy el amo de mi destino / Soy el capitán de mi alma". Con estos dos versos finaliza el poema Invictus, escrito por William Ernest Henley, y que menciona John Carlin en su libro El factor humano. En él se narra la lucha de Nelson Mandela por el fin del largo conflicto racial que dividió a Sudáfrica, su elección como presidente partiendo desde la cárcel de Robben Island y el uso que hizo de la Copa de Mundo de Rugby de 1995 para lograr la unión del país. La película Invictus (Clint Eastwood) resume el libro. El poema de referencia, que Mandela guardaba en su celda en sus largos años de cautiverio, viene a dejarnos el mensaje de que en cualquier momento difícil de la vida, debemos confiar en nuestra capacidad emocional para 'hacernos cargo de nosotros mismos' y controlar nuestra manera de sentir ante la ira, el dolor, el miedo o el odio. Elegir en definitiva la actitud personal que debemos adoptar ante el destino. El origen del caso de Carlin y El País se repite diariamente en redacciones mucho más modestas, con periodistas anónimos y editores con mucho menos músculo financiero.
 
Poder autocrático
Sucede que incluso en los gobiernos elegidos democráticamente, se puede ejercer el poder autocrático. Y de hecho se ejerce. Instituciones donde el gerifalte hace y deshace a su antojo, ordena, manda, quita y pone sin que nadie, ni de los suyos ni de los otros, ose toserle ni lo más mínimo. Imaginarán ustedes que si no le tose el de al lado, mucho menos permiten que sean otros quienes enjuicien sus quehaceres en lo público. Y ahí es donde interviene ese mal uso del poder presionando a las empresas periodísticas, hasta lo inimaginable, para hacer 'menos crítica' su línea editorial. Hay editores que aguantan más, otros menos. Algunos que sacrifican piezas propias y otros que resisten rayana la heroicidad. Al periodista, y al modesto editor a tres mil kilómetros del Ibex, tan sólo le cabe hacer una cosa, además de tratar de resistir: sentarse justo donde empieza la bajadita. Tarde o temprano los ven pasar. Despojados del poder, lo único que tenían cuando creían tener tanto, caminando hacia la nada. Y entonces, sin ni siquiera decir adiós, se recoge la silla y se vuelve a la redacción. Que siempre espera.

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