Opinión

Confluencias progresistas para cambiar Lanzarote y La Graciosa

Confluencias progresistas para cambiar Lanzarote y La Graciosa

La Graciosa y Lanzarote nos sirven de laboratorio para analizar cuáles han sido las actuaciones de los partidos políticos de siempre ante nuevos retos. Aparte de comprobar la eficacia de estas viejas recetas, también podemos ver cómo afrontan los desafíos políticos de hoy los partidos de reciente nacimiento como Alternativa Ciudadana, Somos Lanzarote o Podemos.

Esta nueva ola de opciones políticas, nacidas (o renacidos) bajo el calor de las nuevas políticas sociales que tomaron las calles esta década, todas ellas entienden y aceptan que trabajar juntas y acudir de la mano a las elecciones de mayo es un deber y una condición necesaria para que las islas tengan una nueva opción de vida. Supervivencia social, territorial, económica e identitaria que solo será posible con un cambio real desde la izquierda. Nadie dijo que fuera fácil. Muy a nuestro pesar sabemos y vemos que en algunas ocasiones ocurren y ocurrirán enredos puntuales que dificulten el proceso pero no lo imposibilitarán, que puntuales enredos dificulten, aunque no imposibiliten, este propósito.

Las instituciones no solo tienen que mantener sus puertas abiertas para que la ciudadanía se sume a la gestión de la vida pública (...) sino que tienen el deber de lograrlo.

En el marco democrático, desde hace más de tres décadas se han planteado opciones para incorporar a la ciudadanía a la vida política e integrarla en las decisiones que afectan a las condiciones de vida de la mayoría. Así, al calor del movimiento antiglobalización de la segunda mitad de los años 90 se desarrolla un amplio despliegue reivindicativo centrado en buscar y decidir la participación ciudadana como mecanismo de gestión de lo público, de tratamiento del bien común.

En este contexto nacen términos como “presupuestos participativos”, con los que en Porto Alegre (Brasil) por primera vez en el mundo, y posteriormente en varias instituciones del Estado español y también en escasos municipios de Canarias, de forma muy lánguida, se ofertan pequeñas partidas económicas para que la ciudadanía decida su destino. Y esto supone toda una revolución.

Incido en estos ejemplos para que se comprenda el alcance de lo que vengo planteando desde hace algunos meses: Las instituciones no solo tienen que mantener sus puertas abiertas para que la ciudadanía se sume a la gestión de la vida pública, enumerando sus necesidades, siguiendo su desarrollo y fiscalizando su culminación de forma óptima, sino que las administraciones tienen el deber de lograrlo.

Convivimos con administraciones volcadas casi en exclusividad en eventos enogastronómicos, inauguraciones elitistas regadas con vino y queso y carreras deportivas poco respetuosas con el entorno

Centenares de estas experiencias desarrolladas en muchos países avalan la necesidad de superar el aislamiento que le consentimos a las instituciones locales, especialmente al Cabildo de Lanzarote. Convivimos con administraciones volcadas casi en exclusividad en eventos enogastronómicos, inauguraciones elitistas regadas con vino y queso y carreras deportivas poco respetuosas con el entorno (también regadas con vino y queso), como antaño lo fueron las chocolatadas y los cruceros.

Mientras, el transporte público se estanca en la precariedad. No existe, por ejemplo, un servicio eficiente de guaguas que llegue al hospital sin que tengamos que salir de casa de madrugada y regresar tarde. Cada día acuden más de mil personas al hospital y solo un escaso porcentaje puede llegar en transporte público. ¿Cómo es posible que las personas enfermas no dispongan de este servicio? Pues porque poco se puede esperar de una administración insular que funciona a golpe de invenciones instantáneas y cortoplacistas.

Absolutamente todo lo que hacen tienen su sello de la controversia, su lenguaje es el insulto, y su seña de identidad es la ocurrencia y la descalificación

Este mismo Cabildo es el que para celebrar el natalicio del artista insular más importante, del que disfrutamos de un excepcional legado de incalculable valor patrimonial y económico, se mueve en el conflicto, revelando que no sabe gestionar sus obligaciones en un marco centrado en la tranquilidad y la concordia ni en los momentos más solemnes. Y es que, absolutamente todo lo que hacen tienen su sello de la controversia, su lenguaje es el insulto, y su seña de identidad es la ocurrencia y la descalificación, además de la constante e indeleble mentira. Combatir esta realidad pasa por garantizar la incorporación de la ciudadanía a la vida política y centrar la actividad institucional en sus verdaderas necesidades, que van más allá de una feria de la tapa. También pasa por girar el sentido del desarrollo para afrontar el cambio climático que nos visita con frecuencia y que llegó para permanecer.

En la actual coyuntura política urge que finalice la larga etapa marcada por el desprecio a las necesidades de la población. Que se extinga la prepotencia y el mirar por encima del hombro a una ciudadanía que no puede llegar en guagua al hospital a la hora convenida, que no puede pasear por la capital insular un día de lluvia sin ‘disfrutar’ de las aguas fecales. Las mismas personas que ven como el agua de lluvia se pierde por las alcantarillas mientras de sus grifos y mangueras sale agua privada y desalinizada, muy cara a niveles económicos y ambientales. Esta gente que sufre intentando encontrar una plaza pública en un centro de educación infantil para menores de 3 años y que envían a su descendencia a aulas que no cuentan con recursos suficientes. A todas y cada unas de las personas, que con su trabajo diario levantan y sostienen sobre sus hombros la isla y sus recursos, les falta el respeto un Cabildo paralizado en la autocomplaciencia.

Ahora, tenemos una nueva oportunidad para respetar a las miles de personas que anhelan y necesitan una renovación política real, que somos la mayoría.

Puedo seguir enumerando cientos de ejemplos, pero lo expresado es suficiente para entender que las fuerzas políticas del cambio tenemos que unirnos, que no cabe otra opción y que lo vamos a hacer para infortunio de los partidos que portan las siglas que llevan años arrastrándonos al fango.

Esta expectativa de cambio real ya estuvo presente en 2015, aunque las diferentes sensibilidades existentes no posibilitaron el mandato de la ciudadanía de generar espacios políticos de confluencia. Más de 10.000 personas depositaron su voto de forma fraccionada y los resultados electorales pudieron ser otros de haber concurrido conjuntamente. Ahora, tenemos una nueva oportunidad para respetar a las miles de personas que anhelan y necesitan una renovación política real, que somos la mayoría. Debemos, de igual forma, recuperar la ilusión y confianza de aquellas que dejaron de ir a votar porque sienten que ya no hay solución posible en un panorama inmovilista como este.

En mi ideario no tiene cabida frustrar el proyecto de confluencia y en mi herencia familiar no figura el desencanto y el cansancio. Todo lo contrario: humildad, valentía, fortaleza y perseverancia en el trabajo son conceptos que amo y que tengo presentes por heredados y practicados. La actual coyuntura precisa hacer uso de la capacidad de unirnos y de demostrar que importa lo que decimos porque decimos lo que sentimos: el respeto a las numerosas personas que desde hace meses trabajan en las distintas mesas sectoriales y en la de ámbito político por la confluencia. Por ellas y por la ciudadanía que anhela el cambio, establezcamos las mejores condiciones para asociarnos y conformar los equipos más capaces de facilitar la incorporación ciudadana a la vida política de La Graciosa y Lanzarote.

Estas islas aportaron otro modelo de desarrollo turístico liderado por César Manrique. Demostrémonos, esta vez de verdad, que somos una verdadera Reserva de la Biosfera capaz de innovar en lo político, de ser vanguardia una vez más. Lanzarote, La Graciosa y todas las personas que aquí vivimos merecemos que este gran proyecto común se haga realidad.

Por María Antonia Perera, candidata de Podemos a presidenta del Cabildo de Lanzarote.