Top Secret, 2 de julio de 2019

Liberados y pobreza

Se acabó el disimular. ¿Cuántos concejales tiene el grupo de gobierno? Da igual el número: todos liberados. Lo de menos son las necesidades de la ciudadanía. Cobrar del ayuntamiento tiene más que ver con las necesidades propias. Siga leyendo...

Liberados y pobreza

Se acabó el disimular. ¿Cuántos concejales tiene el grupo de gobierno? Da igual el número: todos liberados. Lo de menos son las necesidades de la ciudadanía. Cobrar del ayuntamiento tiene más que ver con las necesidades propias. Hubo un tiempo, muy lejano por lo que parece, en que la política era vocacional. Aquél que se presentaba a unas elecciones y salía elegido concejal solía echarle horas al asunto a cambio de no perder dinero. Los gastos, las dietas en su caso, y para de contar. Puede que el alcalde y acaso un par más de ediles tenían dedicación exclusiva y, por tanto, cobraban de la institución. Hoy la cosa ha cambiado. A mucho peor. Salvo alguna excepción, casi anecdótica, la práctica totalidad de los políticos son profesionales. Lo peor del caso es que da igual que sean buenos o malos profesionales. Pertenecen al partido y han salido elegidos. Estas dos razones son más que suficientes para firmar un contrato laboral de cuatro años. ¿Qué hace que un ayuntamiento de poca entidad poblacional libere a todos los concejales del grupo de gobierno? Es evidente que nada tiene que ver el estado de las necesidades de la ciudadanía. Es más una cuestión de las necesidades del propio concejal, que necesita liberarse.

Un puesto de trabajo

La política en Lanzarote se ve como una oportunidad laboral en lugar de un servicio público. Nadie va con la idea de obtener un acta en aquella área donde pueden ser de máxima utilidad sus conocimientos profesionales. No. Da igual lo que toque mientras caigan catorce pagas de dos mil y pico euros. O más. Es indiferente la magnitud de la concejalía. Te liberas, y cobras, ya lleves Urbanismo, ya Participación Ciudadana, que aún está por ver en qué consiste exactamente eso de lo que tanto hablamos desde hace tanto tiempo. Hay departamentos en los que el concejal podría perfectamente coordinarlos con que vaya un par de horas por la mañana, o por la tarde, al despacho del ayuntamiento. Y no tendría que dejar su puesto de trabajo. En lugar de eso, nos encontramos con que ese concejal está liberado, trabaja esas dos horas y el resto del día se rasca la barriga. Si además le apetece comer bien, se busca cualquier excusa de una reunión de trabajo, se pone las botas y le pasa la factura al ayuntamiento.

La realidad

La realidad es que el político conejero vive alejadísimo de esa realidad. Este lunes se han divulgado las estadísticas canarias sobre aspectos de la economía. Deberían avergonzarnos. Más de cinco mil personas en la isla están en situación de pobreza severa. Sobreviven, no hay otra palabra, con menos de 300 euros al mes. Casi veintitrés mil personas están en el umbral de la pobreza moderada. Pasan el mes con menos de 590 euros. Si sumamos veremos que alrededor de treinta mil personas son pobres. O moderados o severos. Unos diez mil hogares. En menos de veinte años esos políticos profesionales han tenido la habilidad de duplicar el número de personas que viven en situación de pobreza. Y es a eso a lo que tendrían que dedicar sus esfuerzos y prioridades los cargos públicos a los que estas estadísticas les quedan lejísimos. Las decisiones de liberar concejales, o contratar asesores, o nombrar directores o, en definitiva, emplear dinero público para pagar a gestores, ha de hacerse de acuerdo a lo que necesita la población. No el partido ni el militante.

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