Cada opinión sobre el espacio público. La Marina
Puestos a valorar las condiciones de las aceras que discurren por determinadas vías, transiten por ellas vehículos o no, debo pensar en cómo son de adecuadas para la ciudadanía o los visitantes, y recorro a lo largo de la mañana, con plena consciencia del motivo que me conduce a ello, el espacio comprendido entre las dependencias del Cabildo de Lanzarote y el Ayuntamiento, casi de extremo a extremo del litoral urbano. La tarea, a las once de la mañana, es de titanes, con el sol en alto y sin lugar donde resguardarme de las radiaciones solares. Pretendo serpentear cambiando de acera, pero no hay lugar para la sombra y descarto irme por las vías traseras, tal y como hago siempre en algunos tramos, con el fin de completar la tarea que me había impuesto. A esa hora sólo el tramo lateral de la Delegación del Gobierno me permite un respiro, pues los edificios proyectan su sombra sobre la calle. Al girar de nuevo debo recorrer a pleno sol la vía, logrando resguardarme bajo algunos árboles del parque. Hasta el Ayuntamiento, nada de protección. Realizo el mismo trayecto a la inversa. Si aquel trayecto me cegaba, este me calienta la trastienda. Digo con esto que no hay ni una sola condición favorable para el peatón en un trayecto con una clara vocación para el paseo. Las razones son contundentes, pues El Reducto carece de sombra a ambos lados de la vía que lo recorre. Desde el Gran Hotel, la avenida perdió un parque y sus árboles, ganó un aparcamiento, y el resultado es que no hay sombra, ni a la derecha, ni a la izquierda de una agonía devenida en calle. Desde el Club Náutico hasta el Ayuntamiento, un relato similar, pues no hay donde resguardarse porque a alguien se le olvidó cómo se realiza la conquista del espacio público por parte de los usuarios: con árboles. Aquella experiencia que acabo de relatar es real y no hay mejor adjetivo que calificarla de desoladora. El aparente logro, que es la semi-peatonalización que se propone, de un espacio para la felicidad de todos lo que lo transitamos no es tal, porque no reúne condiciones para ello, por la ausencia del confort necesario, aspecto que no hace referencia a unos bancos imposibles, a unas farolas de diseño o a unos pocos alcorques desconsolados. El confort, sencillamente, desde el cabildo hasta el Ayuntamiento no existe, pasen o no vehículos porque, o no hay, o son escasas las zonas de sombra. Ni tan siquiera la nueva obra cumple con unos parámetros inteligentes. La solución es tan simple que no se alcanza a comprender por qué algunos “expertos” no se permiten explorar lo que está inventado. En la sencillez hay respuestas inimaginables, con coches o sin ellos. Yo prefiero el espacio sin ellos y con árboles, con mis obligadas renuncias por el bien común.
Trama: en construcción
Sección en construcción.