Monstruos imaginarios

Estoy girando locamente alrededor de la deslumbrante, atractiva e hipnótica luz. Casi no distingo nada, pero me van llegando noticias de la masacre. Ahora una mariposa, ahora cientos de mosquitos, ahora miles de polillas; no paro de pensar, todo son empujones, gritos felicitaciones y llantos. Todo mezclado, un rebumbio desastroso. 
 
Mas noticias, dicen que aumenta la intensidad de la luz y que las muertes son abrumadoras. Mas noticias, siguen llegando más insectos nadie sabe de dónde, se habla de suicidio colectivo, otros hablan de inadaptación a la luz, otros desmienten todo, creo que comen insectos. Y de pronto, detrás, sobre, alrededor, presiento la oscuridad. Un recuerdo envolvente o sensación de oscuridad. 
 
Cierro los ojos con todas mis fuerzas y me adentro en ella; el terror es indescriptible, dudo, dudo, dudo, casi dejo de sentirme mosquito y entonces, aun vivo, me atrevo a abrir los ojos y al principio no veo nada. Oscuridad, una ligera brisa de felicidad y desazón comienzan a invadirme. Me poso replegado, esperando un ataque que no puedo ver de dónde va a venir, más terror. Mil monstruos imaginarios, pero no llegan y ahora empiezo poco a poco a ver en las sombras, a sentirme en casa y pienso ¿dónde nació el pensamiento de "vete a la luz"? Y lo oigo como un trueno en la cabeza. Lo identifico e identifico otro trueno que me llama a volver a la luz a por los demás y dejo que se extinga, y desde la oscuridad entono un canto que sale de mi corazón —como los antiguos aborígenes australianos para seguir el camino— porque alguien lo cantó antes… para mi cerebro de mosquito. Y me adentro en lo profundo, lejos, muy lejos de esa luz cegadora, donde ya puedo ver. En la oscuridad. Sigo al canto.

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