Ni pa’lante ni pa’trás

Ni pa’lante ni pa’trás

Con tres palos y un balayo. Desde hace décadas, así se construye, en apariencia, un sesudo debate en la isla, megáfono en mano. Cual tómbola en verano el último día del festejo: todos en fila. Este mal aqueja a la marina de Arrecife, una vía que discurre en paralelo con buena parte de la franja litoral de la ciudad, y que porta seis o siete nombres porque a nadie se le ha ocurrido fragmentarla más.
 
Todo se reduce a la forma del asunto, tal que parezca que los unos suman más que los otros, incluso por aplastamiento, ya que las razones son lo de menos. Porque basta un palo mal cogido por la punta, y sobran los otros dos y el balayo, para cimentar un argumento, a falta de mejores ideas, que repetir hasta la saciedad. Una y otra vez, hasta que aparente una gran verdad seguida, con devoción, por la opinión publicada. La políticamente correcta, la legitimada. La institucionalizada.
 
Esta táctica, que aburre, choca con un serio obstáculo en estos tiempos en los que las personas han descubierto las redes sociales y sus aledaños, empeñándose en protagonizar sus propias vidas, día a día. Se han propuesto, las recondenadas, no ya escribir un diario íntimo con su particular forma de ver la vida, sino que van y lo publican, y lo lanzan a la nube. Incluso el buen periodismo está en jaque. El malo ni te cuento… 
 
“Circunvalemos la marina, desviemos el tráfico innecesario y convirtamos la ciudad en un espacio para los ciudadanos que transitan a pie”
 
Una marina, una vía. El litoral de Arrecife, como todo en la vida, sólo puede abordarse como una única cosa. Así que toca optar, o pa’lante o pa’tras. Lo que no puede ser, y es anacrónico, es ni pa’lante ni pa’trás, sino todo lo contrario, que viene a ser como quedarte en el mismo sitio, pero mirando para otro lado. Si la política, mal entendida, consiste en llenar huecos sin decir nada, si acordamos que ha quedado reducida al mal arte de circunvalar los problemas, avengámonos y aceptemos la implacable realidad: circunvalemos la marina, desviemos el tráfico innecesario y convirtamos la ciudad, poco a poco, conquista a conquista, en un espacio para los ciudadanos que transitan a pie. 
 
Poco a poco no quiere decir volver a abrir al tráfico, aunque sea en un solo sentido, una vía que estuvo un año cerrada debido a los insufribles retrasos en las obras. Tras un año sin circular por ella, los automovilistas ya están habituados a la nueva situación, por lo que no tiene sentido abrirla, pero sólo un poquito.
 
Finalmente, no dejemos desasistidos a los residentes y comerciantes de la zona, ni a los ciudadanos que circulan en vehículos a motor. Ayudémosles a proponer y reclamar aparcamientos disuasorios, lanzaderas públicas, guaguas por un tubo, carriles bici, aceras anchas y arboladas y el gusto por caminar. La marina bien lo merece: arrecifes, amaneceres, atardeceres, barquillos, orillas, olor a marea vacía... Y, quién sabe, quizá los automovilistas hallen el amor. 
 
J.M. Quintero

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