Top Secret, 9 de septiembre de 2020

Angustia

Angustia

Nos comentaba una madre que, en ocasiones, se le hace muy cuesta arriba la actual situación. Hasta el punto de ser incapaz de confiar en que haya luz al final de este túnel. Y empezó a ponernos ejemplos de aspectos de la cotidianidad que le van mermando la moral. Desde luego, el actual escenario anímico dista mucho de aquel casi idílico que, entre todos, pintamos en las primeras semanas del confinamiento. ¿Recuerdan? Los carteles de Todo va a salir bien, los arco iris en ventanas y balcones, el aplauso de las siete, el Resistiré del Dúo Dinámico, el original y el versionado en cada piso de cada rellano de este país. Los artistas con sus conciertos intimistas a través de las redes sociales, los policías y bomberos felicitando cumpleaños, las marejadas de solidaridad del panadero compartiendo su pan y de los cocineros cocinando para los que no tenían ni esa mínima esperanza capaz de iluminar el cielo gris de la pandemia. Tiempos en los que creíamos los unos en los otros y no nos cansábamos de decir que nos convertiríamos en mejores personas y que, de esta, saldríamos todos juntos o no saldríamos. Y en esas seguimos.

Noche

Nos decía, esa madre, que pocas esperanzas tiene de recuperar el trabajo en el sector turístico, en cuanto se terminen los ERTE y el turismo continúe ausente. Que recibe como un mazazo cada actualización de los datos de la incidencia de la enfermedad en Lanzarote. Que se desasosiega cuando ve a sus hijos con medio curso perdido y la gran incertidumbre del actual. Que ha tenido que volver a comprar libros de texto al mismo precio que van los libros de texto. Que le duele que no haya cultura aun a sabiendas que a pocas funciones o conciertos podría ir. Porque la vida, en definitiva, ha salido de los railes por donde iba. Y porque, dice la mujer, nada volverá a ser lo mismo. Y puede que su vida no fuera completa, pero era la suya. Lo que estamos viviendo ahora es fruto de un macabro guion en el que alguien va dando golpes y tú tratas de que no te atine en la nuca. Con la mala rutina de que el primero lo recibes nada más abrir los ojos por la mañana y compruebas que todo está igual.

Rocas

El segundo, durante el desayuno, mientras miras tu perfil de las redes sociales y te das cuenta de cómo va creciendo alrededor todo tipo de malas hierbas propias de la miseria humana: la intolerancia, el racismo, la xenofobia, el clasismo…es como si el coronavirus de turno, además de tratar de destrozarnos los pulmones, esté acabando con la empatía, ya de por sí no demasiado abundante a estas alturas de siglo. Definitivamente no es sencillo transitar por el día y llegar a la noche con la moral intacta. Sobre todo, sabiendo que a la jornada siguiente será lo mismo, “o peor”, piensas. La única esperanza a la que agarrarse, dice la madre, se llama vacuna. A ella fías que vuelvas a tener trabajo, que tus hijos estudien en condiciones, y que aprendan, que la administración responda a tus necesidades con rapidez y eficacia. O simplemente que responda. Que puedas hablar de algo más que de la pandemia durante las sobremesas, que un día te permitas el placer de ir al teatro, que el pan sea pan y el circo vuelva a tener las gradas llenas. Que a ti nunca te ha gustado el fútbol, pero ver los asientos vacíos te recuerda que en este país hay falta de vida.

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