Arrecife, en clave de oportunidad

Arrecife, en clave de oportunidad

Con cada mandato que se inicia tras un proceso electoral, incluso durante los meses previos a una convocatoria, la esperanza suele embargar a una ciudadanía que ansía el final de un periodo porque no interpreta que el municipio se haya gestionado con eficacia. La dinámica heredada, las limitadas cualidades de los responsables públicos para la gestión del espacio común y de los recursos de que se dispone, las hipotecas de los mandatarios con empresas y entidades... Todo ello viene impidiendo atisbar un cambio, en este caso en la capital, que lleva décadas desnortada a pesar de que son varios los partidos y alianzas de gobierno que han regido el Ayuntamiento. 
 
El problema, por tanto, no parece tanto de partidos como de personas; no de ideología, ni de la aplicación de políticas asociadas a ella, sino a cuestiones difícilmente dimensionables y que no parecen tener como guía el interés general. Mérito y capacidad serían los términos a los que echar mano y que no están en el lenguaje de la sociedad, ni mucho menos en el de los gobernantes. Ahí, probablemente, radica el problema, que nuestros candidatos lo son por razones que no alcanzamos a comprender y, finalmente, son aupados al poder por el voto ciudadano o los acuerdos de gobierno.
 
La imagen de la ciudad lleva hecha trizas desde muchas décadas atrás
Gobierne la izquierda, la derecha o los partidos de corte nacionalista, ninguno parece haber demostrado hasta ahora tener una idea de conjunto de la capital. Aquello de que “no les cabe la ciudad en su cabeza” es una afirmación que evidenciaría la falta de proyecto y de acciones para intervenir en la ciudad, dando respuestas al conjunto de problemas que la caracterizan. Un asunto relacionado con la imagen es el más notable, y este déficit no es más que la manifestación de multitud de carencias que degradan su proyección como tercera capital de Canarias. 
 
La imagen de la ciudad lleva hecha trizas desde muchas décadas atrás, y tiene que ver tanto con la dejación de los titulares de los bienes privados como de los gestores de lo público. La ejecución de determinadas acciones aisladas, si bien inciden en el beneficio de algún aspecto de la ciudad, no se realiza de forma paralela con otras complementarias que vayan mejorando el conjunto, de manera que se vaya percibiendo la mejora de ella. Valga como ejemplo dos medidas. 
 
Una es la referida a la apertura de la avenida que discurre por el litoral de la capital que podría haber ido acompañada de intervenciones de la mejora ambiental de la zona, tanto para aumentar la calidad de todo el espacio como para minimizar y contrarrestar el paso de vehículos de forma masiva. Sólo con una acción de plantación del borde del parque Ramírez Cerdá como el frente construido comprendido entre el Gran Hotel y el Club Náutico se minimizaría el impacto de la afluencia de los vehículos a motor, aunque la medida de apertura no sea lo que se viene demandando en otras capitales; todo lo contrario, se ganan calles para los peatones. Acciones, por cierto, despreciadas por la anterior alcaldesa que pudo tener tiempo para acometerlas, pero no demostró voluntad para ello. 
 
La otra medida es la que la empresa encargada del ajardinamiento emprende desde hace pocos meses y que, si bien no resulta censurable la mejora de la calidad de las zonas ajardinadas, también es cierto que se ha concentrado sólo en la tala y plantación de nuevas especies en determinadas rotondas e isletas ajardinadas, no apreciándose la creación de nuevos espacios verdes, principalmente en aceras, para el logro de ese efecto de impacto positivo que se demanda. Arrancar unas y sustituirlas no aumenta el censo de árboles por habitante, y más si la sustitución se realiza con especies no adecuadas. El del número de árboles es un reto que puede asumir la actual Corporación.
 
Les toca al PP y al PSOE entrar en lo concreto y, respecto a la imagen de la ciudad, que nos digan cómo la van a revertir
Los tiempos y las medidas es lo que se debe programar. El qué y el cuándo, son la clave pues existen acciones que pueden acometerse a corto plazo y que resultan muy efectivas. Y, por qué no, muy efectistas. Estas van ganando a la ciudadanía que observará que es posible la reversión de la deplorable imagen de su espacio público. El medio plazo da para medianas intervenciones ya sea peatonales, de erradicación de los tendidos aéreos que tanto perturban la fisonomía urbana, o medidas de otra naturaleza que continuarán definiendo la dirección a la que nos conduce la acción pública. Para el largo plazo quedan las grandes obras e infraestructuras. Y no creo que las grandes obras sean el grueso de lo que queda por hacer en Arrecife. No cabe duda de que en el corto y el medio plazo está el gran revulsivo de cualquier ciudad, y dentro de ellos las intervenciones de los particulares sobre sus propiedades y que, una a una, hacen ciudad, pues sin edificios, la ciudad sería sólo calles y aceras. El gobierno municipal, por tanto, deberá tener la decisión de instar a aquellos al cumplimiento de sus obligaciones cívicas.
 
La imagen de la ciudad es de cumplimiento de las ordenanzas, pero antes lo es de responsabilidad cívica, porque no hay ley que tenga sentido y que sea un éxito si no hay una voluntad de cumplirla. También de hacerla cumplir, y, en este punto, los mecanismos, incluso los coercitivos, han estado ausentes. Estamos en el inicio de un nuevo mandato y corresponde al nuevo equipo de gobierno darse el tiempo necesario para comunicar cuál es su política para la ciudad. No esperamos las vaguedades de los anteriores en torno a la aprobación o revisión del Plan General de Ordenación, ni lo estamos para volver a escuchar generalidades que hablan de calidad de vida o de mejora de la actividad comercial. Lo que deseamos escuchar es cómo lo van a hacer y el plazo estimado. 
 
Les toca al PP y al PSOE entrar en lo concreto y, respecto a la imagen de la ciudad, que nos digan cómo la van a revertir, porque la imagen tiene que ver con todas las acciones que son competencia municipal y que, de cumplirlas, se logra la más alta valoración de la ciudadanía y el visitante. Ni sólo con un par de jardineras ni con una brocha se alcanza, sino con el ejercicio de buen gobierno. Primero deberán sentarse juntos las dos partes del equipo de gobierno y que la alcaldesa lidere los tiempos para el corto plazo —lo sencillo y eficaz— y para el medio y el largo plazo. Es la oportunidad de este gobierno. 

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