Arrecife no necesita un mercado

Arrecife no necesita un mercado

Cíclicamente, desde el Ayuntamiento de Arrecife se promueve alguna iniciativa relacionada con dar vida a un pequeño espacio de la ciudad que un día albergó el mercado de abastos. La trasera del Ayuntamiento es la parte residual de aquella plaza donde dos flamantes laureles de indias, como testigos mudos, dan fe del tiempo transcurrido. Ninguna de las acciones ha tenido éxito y las actividades que pretenden resucitar algo de ese pasado se ven abocadas a la ruina de sus negocios. Ya no es lugar para un mercado, ni cuenta con las condiciones ni con el espacio suficiente para ese fin.
 
La cercana Plaza de Las Palmas, la conocida como Plaza de la Iglesia, testimonia cada sábado el éxito de lo más parecido a un mercado de abastos. No es desconocido para nadie, ni tan siquiera para los visitantes, que un mercado tradicional siente sus reales cuatro veces al mes para la venta de productos de la tierra —de esta y de otras tierras—, como en  los mercados que existen en la geografía de todo el país. Extranjeros residentes en esta isla son clientes fijos de esa forma de vida donde todos conocen el nombre de todos y de los productos que cada uno adquiere.
 
Todas las ciudades, cuenten o no con  mercado de abastos, disfrutan de mercados semanales
Nunca la Plaza de la Iglesia ha disfrutado de tal éxito, porque no ha sido antes lugar de encuentro como lo es ahora, sólo lugar de paso, ya para acudir a la iglesia como para la salida de ella. Nunca antes albergó tanta vida como lo ha hecho durante los últimos años cada sábado. Recalan siempre los mismos, creo con la consciencia de que no haya nada que no podamos encontrar en cualquiera de las grandes superficies de alimentación que prosperan en la capital y en sus alrededores. No todos son  productos de proximidad, como debería suceder en este tipo de actividades —ni con los mejores precios— pues parte de la oferta es foránea. La diferencia está en el cómo. De hecho, en grandes ciudades se abren con notable éxito espacios de alimentación que simulan, en estética y en presentación de los productos, tanto los antiguos mercados de abastos como los mercadillos de alimentación. La diferencia está en la forma de socializar.
 
No recuerdo ciudad alguna que haya visitado donde no haya encontrado mercados semanales de alimentación, no de quincallería, que también, sino de productos frescos, y gozan todos de una envidiable salud. Junto a ellos se van asentando puestos fijos en locales disponibles y toda suerte de actividades, dando mucha vida a esas calles o plazas.
 
Cuando el Ayuntamiento está considerando la viabilidad del traslado de los puestos de la Plaza hasta la trasera de la Casa Consistorial yerra. Lo creo firmemente, como creo que pretender que la actividad semanal se oferte de forma diaria es otro error. Todas las ciudades, cuenten o no con  mercado de abastos, disfrutan de mercados semanales, y en aquellos pequeños pueblos con pocos habitantes se produce en furgones que, una vez a la semana, despliegan con el mismo criterio su oferta de productos frescos.
 
Para un éxito que tenemos en un Arrecife que los opositores al cierre de la avenida declaran muerto, van y le meten el pullazo
Despreciar la vida que se genera en este espacio es un lujo que no puede perderse, y la medida adoptada estos días desde el Ayuntamiento de vallar y prohibir la actividad en toda la Plaza suena más a  estrategia para acabar con la actividad en ella con el pretexto del riesgo de desplome de la cubierta del aljibe existente, cuando la afección es a una pequeña superficie. De hecho, no parece que se vaya a iniciar ninguna obra de restauración aunque ganas no nos falten. Suena a querer retomar la vieja idea de recuperar un mercado de abastos de apertura diaria, que ya no parece tener sentido.
 
Arrecife es otra hoy, y cuenta con una oferta de alimentación impensable hace pocos años. Es probable que no necesitamos ni tan siquiera un mercado semanal, pero qué quieren que les diga, la mañana de los sábados en la Plaza de la Iglesia, no tiene precio. De perderlo, y este sábado pasado así lo percibí, ni tendremos un mercado en la vieja ubicación porque ni caben los de la Plaza ni va a funcionar, y habremos perdido la vida de esa Plaza que sólo servirá para que la caguen las palomas de lunes a lunes.
 
Para un éxito que tenemos en un Arrecife que los opositores al cierre de la avenida —alcaldesa incluida— declaran muerto porque el tráfico rodado no pasa, van y le meten el pullazo, a ver si verdaderamente la matan. Un error de cálculo, una estrategia no manifestada, una trampa o una torpeza. O todo junto. Una pena.

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