César en Gran Canaria

César Manrique (1919-1992) implantó en Lanzarote un modelo de intervención que ha determinado la configuración actual de la isla. Además de una actitud pública de defensa y compromiso con el patrimonio natural y cultural insular, planteó una importante obra de arte público y paisajismo, que combina tradición y modernidad, junto a valores ambientales. A su ideario de integración de las artes o arte total, lo denominó Arte-Naturaleza/Naturaleza-Arte. La Naturaleza se convierte, sin duda, en el eje vertebrador de su ideario estético.
 
En 1966, Manrique regresa definitivamente a Lanzarote. En la isla, que inicia entonces su desarrollo turístico, promueve un modelo de intervención en el territorio en claves de sostenibilidad, que procuraba salvaguardar el patrimonio natural y cultural insular. Sus logros fueron determinantes para la declaración de Lanzarote como Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993. En 1974, publica el libro-catálogo Lanzarote. Arquitectura inédita, en el que recoge las diferentes tipologías y elementos arquitectónicos vernáculos, con la intención de contribuir a proteger la arquitectura local.
 
   César crea un verdadero programa de transformación económica de Lanzarote
Paralelamente al compromiso con el territorio insular, César Manrique abrió su trabajo creativo hacia otras manifestaciones artísticas. Así, elabora un nuevo ideario estético, que denomina Arte-Naturaleza/Naturaleza-Arte. A partir de esta definición, defiende para su obra el concepto de arte total, en el que pintura, escultura, murales y arquitecturas se integran en espacios seleccionados de la naturaleza, a cuyo carácter se adecuan mediante la intervención del artista.
 
En sus intervenciones enlazadas a la industria turística, Manrique imprime un funcionalismo económico y social inédito en la cultura artística española: un verdadero programa de transformación económica de Lanzarote vinculado a obras de arte en el territorio, movido por una voluntad de instrucción social y de domesticar las pulsiones del mercado. Una singular y pionera propuesta turística, basada en la explotación sostenible de los recursos naturales y culturales, que se plantea en un contexto —los años sesenta— de desarrollismo turístico en nuestro país.
 
Es en los ochenta cuando César Manrique se entrega a un intenso activismo
Desde mediados de los años ochenta, se involucra en la lucha contra la especulación inmobiliaria y el crecimiento urbanístico que amenazaba pervertir su proyecto turístico originario para Lanzarote. Las advertencias sobre los riegos de degradación del territorio de Canarias las inicia en los años sesenta, y, ya en los setenta, censura los desmanes turísticos cometidos en Lanzarote, Tenerife y Gran Canaria —en 1979 publica en la prensa Grito de socorro por las islas, donde pasa revista al desarrollo turístico de Canarias—. 
 
Pero será en la década de los ochenta cuando se entrega a un intenso activismo que le confiere una dimensión de icono social inusual en la cultura española. Acude a los medios para alzar su voz crítica, escribe diatribas ecologistas, se confronta al poder político y económico, acumula enemistades y lidera en Lanzarote y en Canarias las actitudes renovadoras de la cultura de los límites. Manrique se convierte en un pionero intuitivo de la sostenibilidad, en el gran referente social de la defensa del paisaje, la naturaleza y el territorio de Canarias.
 
Este es el César que ha sido elegantemente distinguido por Cabildo de Gran Canaria. Justo el que niega el de Lanzarote —perdón, su Grupo de Gobierno—.

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