Opinión

Cannes on line: Amparo

Como tantos otros eventos y acontecimientos a lo largo y ancho del planeta, el Festival de Cannes tuvo que aplazarse el pasado año debido a la crisis sanitaria. O, mejor dicho, sí que se celebró, pero en una insólita edición on line exclusiva para distribuidores que convocó un puñado de títulos que luego desfilaron por otros festivales en meses más propicios (como San Sebastián o Toronto en septiembre), con el sello de Cannes en la cabecera de los créditos marcándolos como ganado. La promesa fue parar en 2020 para volver con más brío y energía en el 21. Y más o menos así se ha cumplido, a trancas y barrancas, casi milagrosamente. Las fechas se han desplazado a este mes de julio, en lugar de las habituales de mayo. Y han optado por un Festival mixto: on site, que es el presencial de toda la vida; y una versión más limitada, on line. Con pena y dolor hemos optado este año por no viajar a Cannes e intentar seguirlo desde casa por esa vía de internet. Claro que, no es lo mismo…

Pero solo pensar en las colas kilométricas para ver una película, multiplicadas por las restricciones anti covid, los controles más exigentes en los accesos, la canícula de la Costa Azul que es peor que la calima más espesa; el sistema de castas del Festival que se tornaría aún más cruel. Todo disuadía de ese viaje tan ilusionante como agotador. Y así lo están confirmando los cronistas y los amigos que se han desplazado y se quejan también de pruebas PCR cada 48 horas y un delirante sistema de adquisición de tiques previos que se colapsa y no termina de funcionar. Hemos visto imágenes de salas abarrotadas (la Miramar, por ejemplo) sin butacas de separación. Tampoco circula el papel, los folletos informativos, que ahora solo se pueden consultar en el móvil. Si no fuera por los móviles. Se nos han hecho tan indispensables como los dientes o las muelas.

“Amparo” es una modesta producción colombiana, que sobrecoge y emociona

Llevamos tantos festivales on line a la espalda en estos últimos meses que ya no podemos contarlos con los dedos de las manos. Rotterdam, Berlinale, Visions de Reel, Punto de Vista, San Sebastián y tantos otros. Y no una, sino dos ediciones de cada. Se atisba que este sistema mixto que ha adoptado también Cannes va a perpetuarse y quizá ir desplazando poco a poco al presencial. Seguir un festival por esta vía on line no es en absoluto tan cómodo como pudiera parecer. Es más barato, desde luego, pero no tan apacible. Estos visionados solitarios ante la pantalla de un portátil están constantemente expuestos a las interrupciones de la vida cotidiana. Se pierde la concentración que impone el silencio de la sala; además de las proyecciones modélicas propias de los festivales.

Para colmo, la acreditación para esta edición on line no nos alcanza para los grandes estrenos del Festival. A Focus Features, por poner un ejemplo, se la refanfinfla (y con razón) que unos tipos de Lanzarote les rueguen un acceso a sus últimas producciones a concurso en el escaparate exclusivo de Cannes. Pero es verdad que cuando una puerta se cierra se te abre otra y hemos descubierto algunos títulos merodeando en este inmenso mercado que de otro modo nos hubieran pasado desapercibidos, atentos solo a las grandes novedades: actitud que reconocemos completamente estúpida solo cuando nos contemplamos de lejos. “Amparo” es una modesta producción colombiana, ópera prima de un tal Simón Mesa Soto. Trata de una madre soltera que debe evitar por todos los medios que su hijo ingrese en el ejército a una muerte segura en el Medellín de los 90. La película se la nota lastrada por todos esos laboratorios de guion y creación que deben superar para adoptar la forma apelmazada que les interesa a los festivales y a los mercados extranjeros. Pero algo de resuello, algo de vida le quedó para sobrecoger y emocionar. Aunque haya tenido que verla uno a saltos en la pantalla de un portátil.

Comentarios