Top Secret, 18 de octubre de 2019

Cantaron

Cantaron

Luis Lleó y Fernando Becerra han sido condenados. Uno ha admitido que intentó sobornar a un político, Carlos Espino. El otro iba de recadero comisionista del primero. Dos delincuentes de serie B que han acabado confesando sus delitos. Sentados frente al tribunal que los iba a juzgar Lleó y Becerra no parecían tan poderosos, ni tan bocachanclas. Dos corderitos cantando que hubo una vez, cuando eran más jóvenes, que se creían con el derecho de invertir la legalidad establecida a golpe de euros. De muchos euros. De miles de euros. De centenares de miles de euros. ¿De millones, de haber sido preciso? Quizá. El caso es que Luis Lleó, que probablemente había escuchado que en Lanzarote las cosas funcionaban así, se valió de su amistad con Fernando Becerra, al que sabía muy locuaz y amante del dinero fácil, y le encomendó que fuera a ver a Carlos Espino, entonces consejero del Cabildo, para sugerirle que desbloqueara una promoción inmobiliaria que tenía pensado realizar en Playa Blanca. Sólo había un impedimento: la Ley no lo permitía

600 mil

Pero Lleó, que sabía cómo de sencillas eran algunas cosas en la isla, dispuso de 600 mil euros para sobornar al político. Y allá que fue Becerra con el cuento. Pero hete aquí que dieron con un político distinto. Carlos Espino escuchó lo que el medianero tenía que decir y mientras el otro largaba, iba pergeñando qué hacer con la oferta. El caso es que Becerra no había tenido tiempo de contarle a Lleó que había esperanzas, cuando la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ya afinaba los instrumentos para cazar al par de sujetos. Desde entonces han pasado diez años y muchas cosas. Entre ellas, que algunos hijos del Caso Unión, como se le dio en llamar, han sido ya juzgados y unos cuantos condenados. A lo largo de las escuchas que la justicia ordenó realizar para acumular pruebas contra los delincuentes, fueron descubriendo otras tramas que tenían como objeto enriquecer bolsillos particulares a costa de dinero público. Y un denominador común: el PIL. Hoy un partido desmantelado.

Vergüenza

Lanzarote vivió unos días de auténtica conmoción, con un centenar de detenidos y vías de investigación abiertas en distintas direcciones. Gente muy conocida, de familias muy respetables o con mucho poder estaban entre los sospechosos y, claro, no era cuestión de que acabaran condenados. Ni por los tribunales de justicia ni por la opinión pública. Así que, para lo primero, trataron de tumbar el caso -el mismísimo presidente de Canarias, Paulino Rivero, auguró que el Caso Unión se disolvería “como un azucarillo”- y para lo segundo se sirvieron de medios de comunicación y periodistas dispuestos a construir una realidad paralela que, poco a poco y de modo contundente, los ha ido dejando con el culo al aire. Y en algún caso, condenados también. No habrá sido plato de buen gusto para el auto convencido poderoso Luis Lleó admitir que delinquió. Se resistió lo que no está escrito. Fernando Becerra había cantado hace ya unos añitos. Su incontinencia verbal, un apellido que pesa o un rapto de honestidad. Vayan a saber qué fue. El caso es que al final se vieron sentados, juntitos, frente al tribunal que los iba a juzgar, reconociendo que si, que quisieron sobornar a un político. Pero este, al menos este, no se dejó.

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