Top Secret, 6 de abril de 2020

Coraje

Coraje

El ex presidente del Cabildo, Pedro San Ginés, llevaba mucho tiempo callado. Demasiado, para lo que solía. Diríase que, transcurridos nueve meses de su derrota, anda por la cuarta de las cinco fases del duelo: la de la bajona. Hace nueve meses que perdió unas elecciones que lo mandaron a la fría oposición. Su particular duelo. La primera fase de esa nueva etapa de perdedor, a la que ni estaba acostumbrado ni creía que podía suceder de tanto como le regalaban los oídos, San Ginés se la pasó negando todo. Hasta pretendía que le dejaran entrar al Cabildo a las tres de la mañana si fuera preciso, tal cual dueño del cortijo. Luego le sobrevino la fase de la ira, si bien esta suele ser transversal. En su vida, en general. Y acaba de llegar a la de la bajona saltándose la tercera etapa, que es la de la negociación. No se puede vivir lo que se desconoce. La quinta y última fase del duelo, la de la aceptación, está por venir. Aunque quizá se le pueda aplicar aquella frase que dicen que paró el 23-F y que pronunció Sabino Fernández Campos al ser preguntado por si el General Armada estaba en Zarzuela: Ni está ni se le espera.

Envidia

Nada une más a los españoles que la envidia. Unamuno la definió como “la íntima gangrena del alma española”. Ya se vio en la llamada Gran Recesión de 2008 y se está notando si cabe con más virulencia en la que está provocando y va a provocar la pandemia de la Covid-19. O coronavirus, para entendernos. Mucha gente ha perdido ya su trabajo, en las distintas maneras que hay de perderlo, y otros muchos han visto severamente mermados sus ingresos. Pero hay otros tantos que no. Y entre ellos el habitual pimpampum en estos casos: los funcionarios. Hasta un 30% he leído yo que algunos son partidarios de quitarles del sueldo. Así, por la cara y en general.  Tenemos el alma tan gangrenada que no deseamos que nos vaya un poco mejor a nosotros, sino igual de mal a ellos. Camilo José Cela dejó escrito que “el español carece de sentido crítico –y por ende, de sentido político– y abraza las más graves causas políticas e intelectuales con tanto externo, arbitrario y movedizo entusiasmo como falta de íntima, sosegada y convencida aplicación”.

Leones

Que un españolito de a pie arroje miserias a la cara de otro y pretenda arrastrarlo al fango donde él se encuentra, antes de dejar que le jalen hacia afuera, es anormal y grave. Fruto del alma gangrenada que citamos antes. Señalar a los funcionarios es justamente hacer eso. Pero que la práctica descrita la haga un responsable público es una absoluta irresponsabilidad rayana en la indecencia. Que San Ginés proponga para los trabajadores de los Centros Turísticos, así en general también, un ERTE “de libro”, y lo airee a los cuatro vientos, orgulloso de su nueva "hazaña", no es muy presentable. Que lo haga dos veces en tres días raya la obsesión. Probablemente él y su partido quisieron referirse al personal de hostelería de los Centros, al que nunca han tenido en la más mínima estima (y que ahora están partiéndose el lomo en la clasificación y reparto de comida a quien lo necesite, dicho sea de paso). Eso de arrojar a los leones a padres y madres de familia ya lo hizo en tiempos de presidente, así que tampoco es de extrañar que lo haga ahora. Conviene que el resto de lanzaroteños no nos dejemos pringar con los flujos de ese rencor y sed de venganza y sigamos orgullosos de nuestros Centros Turísticos y de las personas que los cuidan, trabajan y mantienen.

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