Top Secret, 17 de septiembre de 2020

Docentes

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Generalizar siempre es injusto. Así que eviten darse por aludidos los que no tengan motivos para darse por aludidos.En medio de la primera ola de la pandemia, la que ubicamos entre marzo y junio pasados, y como sucede en cada situación de crisis, hubo colectivos que el común convirtió en héroes, con todo el merecimiento, mientras que a otros los señalaba con el maleducado dedo acusador, de modo no siempre justo. Entre los primeros: las policías en todos sus niveles, el ejército, el personal de limpieza y de supermercados, los transportistas y, por encima de todos ellos, médicos y demás personal sanitario. A estos últimos les aplaudíamos cada día a las siete en punto de la tarde. Eso no quita para que a algunos se les insultara gravemente si los veían entrar o salir de sus portales al ir o volver del trabajo sin los uniformes que les identificara como personal de Sanidad. Vamos, que lo mismo alguno recibía con emoción el aplauso de las siete y, de vuelta al hogar, le caían arriba sapos y culebras. Somos así.

Cambio

En la otra cara de la moneda, en el lado de aquellos que no eran demasiado bien vistos o que, al menos, eso que llamamos pueblo los miraba un tanto atravesados: los políticos, naturalmente, - ¿Cuándo no? -, los ‘afortunados’ que podían salir de casa por cualquier excusa y los docentes, esos profesionales con los que deberíamos tener un contacto más que estrecho, cooperar con ellos y dialogar con frecuencia porque, entre otras cosas, son la herramienta mediante la cual nuestros hijos recibirán la formación necesaria para llevar el timón de la historia esta en la que estamos inmersos. Fíjense que hemos escrito ‘formación’ porque de la educación nos hemos de encargar las familias, como (no) todo el mundo sabe. Bueno pues los pusimos en la diana. O no mandaban tareas, o no se conectaban a las clases online, o… muchas de nuestras frustraciones acababan en la cocorota de maestros y maestras.

Vacaciones

Es cierto que tenían antecedentes. No todas las profesiones disfrutan de las vacaciones que creemos que los docentes tienen. Es cierto que tampoco ayudó a que cuando, a finales de mayo, se especuló con la posibilidad de reabrir las aulas, muchos de ellos montaran en cólera y consideraron poco menos que un escándalo que se descargara en la profesión docente la responsabilidad de organizar los centros en tiempos de pandemia. Este septiembre, con un panorama infinitamente peor que entonces, están dando todo un ejemplo. No sólo han cargado con esa responsabilidad de la que entonces rehuían, sino que la asumen con la profesionalidad que siempre se les ha supuesto. Existe hasta “el profe -o la seño- del coronavirus”, como ya apunta algún chinijo con cierto orgullo. A fin de cuentas, ellos son de los primeros y más importantes espejos donde reflejarse

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