Donde les quepa el icono

Cándido Reguera, el desaparecido alcalde de la ciudad, tenía un sueño. Acaso, soñó que un rascacielos devenido en icono en el Islote del Francés daría una vuelta a una ciudad de 57.000 habitantes desperdigados en 22 mil metros cuadrados. Quiso creer Cándido que lo que sucediera en una parcela en primera línea de una limitada superficie era lo que cambiaría los veinte mil metros restantes, y que sólo la presencia del icono —una temeridad denominarlo así sin haberse construido— sería suficiente para que los miles de metros de suelo urbano fueran percibidos de otra manera. Puede que quisiera que “esto” pareciera finalmente una ciudad de verdad, acordando que esta se basara en tener un rascacielos.  Comparto aquel anhelo y su inquebrantable convicción, pero ya no está aquí para que podamos discutir que ciudades soñamos los demás y pactar unos criterios, y, tras acordarlos, poner sobre la mesa las ideas de unos y otros, para establecer qué es lo que era posible.
 
Astrid, por no tener, carece de la cercanía y simpatía de Cándido
Me voy a la otra punta, donde está la torre, la del Gran Hotel, e intento comprender cómo ha cambiado ese edificio la ciudad. Ya no desde una visión a vista de pájaro, sino desde la perspectiva de las bondades que ha podido aportar a la ciudadanía, al espacio urbano o a la calidad del servicio que desde la administración local se nos presta. Yo no sería demasiado optimista. Es más, creo que es prescindible, y no sólo no empeoraría la ciudad, sino que la mejoraría.
 
Si Cándido tenía un sueño, no sé cuál es el de Astrid, la postulante a la alcaldía de la capital. No debe tener demasiados sueños y, por lo visto, ninguna imaginación. Por no tener, carece de la cercanía y simpatía de Cándido, que siendo del mismo partido, parecen de planetas diferentes.
 
Astrid no debe tener cosas más interesantes que proponer que hacerse una foto en la guagua en la que ni sabe sentarse. No he percibido o escuchado una idea original, con profundidad, más que verla moverse en territorios comunes y vaguedades. Bueno, no es verdad, sí le he escuchado defender la apertura de la Avenida con vehemencia. No creo que lo haga para satisfacer a la propiedad de Marina Lanzarote, que también, sino para darle a Cortezo, el propietario del Islote, aquello por lo que anda peleando con argumentos medio ciertos, apelando a metros cuadrados medio exactos y una completa jeta solicitando un trato preferente para esa parcela de UN propietario.
 
Astrid, arregla primero tu casa y entre todos construyamos esta casa común que es la ciudad
Los míos, mis metros cuadrados, y los de mis convecinos, son igual de honorables y dignos, y también hacen ciudad, y no andamos pidiendo favores a ningún político o partido político, que son cosas diferentes, para solicitar un trato preferente sobre el aprovechamiento de nuestras parcelas. Estoy, no obstante, de acuerdo en una cosa. Arrecife necesita crecer en altura, con prudencia, pero en altura, con el fin de consumir menos territorio, ampliar las zonas verdes y por pura sostenibilidad.
 
Percátense de que las alturas en Arrecife se encuentran en el litoral y en la calle Real, asunto que tiene su  explicación, nada casual, pero que no es momento de narrar. El resto de la ciudad se mueve entre las dos y las cuatro plantas, incluso en grandes avenidas como la rambla medular, algo insensato y desquiciante, cuando esta última puede albergar al menos la altura de la avenida marítima. Y la ciudad histórica machacada con la concentración de los edificios más altos. Por racionalidad, hay que exigir una solución conveniente, no sólo para la mayoría, sino para la mejora del espacio urbano.  
 
O sea que el rascacielos de Cándido repartido por toda la ciudad, no sólo en el suelo de Cortezo y de su ama de llaves, Astrid Pérez. Esa sería una buena, correcta y ecuánime medida, amén de la del reparto de riqueza entre todos y no sólo al bolsillo de un sólo propietario, cuyo edificio en nada nos va a beneficiar a este pueblo.
 
Ojo, Astrid, tontos, lo que se dice, tontos, lo justito. Arregla primero tu casa y entre todos construyamos esta casa común que es la ciudad.

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