Opinión

Eche la culpa al equipo anterior

Eche la culpa al equipo anterior

Me lo contó Jerónimo Saavedra, un grande de la política en Canarias. Estábamos a la espera del comienzo de un Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria. Empezaba él, entonces, su etapa al frente del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y, de alcalde a alcalde, con el humor socarrón y la risa fácil que desde siempre le conocemos, me refería una imaginada escena de relevo, en el arranque de cualquier legislatura. En el despacho de una Alcaldía (que podría ser, igualmente, el de la Presidencia de un Cabildo o del Gobierno), en el momento de traspaso de poder, el saliente le resume al que acaba de tomar posesión: ‘Como verás, está todo vacío: no te he preparado carpetas, dosieres ni papeles porque ya te irán poniendo al día, en detalle, de los asuntos más importantes. Lo único que he creído que merece la pena que te deje, lo encontrarás en la caja fuerte (aclaro que así decía el relato, porque ninguno de los despachos que he ocupado contaba con ese artilugio). Fue un regalo que me hizo alguien que sabe de estas tareas y que, estoy convencido por experiencia, te será más útil que cualquier recomendación que te pueda hacer’. Ante la natural intriga del entrante, aclaró: ‘Se trata de tres sobres, cerrados y numerados. Cada uno de ellos contiene un mensaje. Ahí están los únicos consejos que puedo darte. Eso sí: debes abrirlos por orden, uno a uno y sólo cuando te veas en serios apuros. Siguieron los buenos deseos, los agradecimientos y saludos y empieza la legislatura.
 
'Si le va mal, eche la culpa al equipo anterior’
Como es común, los primeros meses resultaron fáciles: promesas que todo lo van a resolver, anuncios de los presupuestos y las medidas más sociales que se hayan conocido, proclamación de inminentes bajadas de impuestos (o subidas a las rentas más altas), ‘buen rollo’ con los compañeros de gobierno, reuniones y visitas para acercarse y escuchar a casi todo el mundo, ronda por micrófonos y redacciones… ‘Comer pan de la boda’, lo llaman.
 
Pasa algo de tiempo y empiezan a aparecer los primeros problemas. Cuando, transcurridos los primeros meses, asoman la pasividad y el descontrol y ya se oyen voces descontentas desde muchos sectores, después de darle muchas vueltas, el nuevo alcalde (o presidente) se decide a abrir el sobre número uno. Se encierra en el despacho, accede a la caja fuerte, lo rompe y encuentra dentro una nota que dice: ‘Si le va mal, eche la culpa al equipo anterior’. Da instrucciones a la (poca) gente de su confianza, reúne al gabinete de prensa y despliega una oleada de declaraciones, dejando claro que todos los problemas que aquejan al municipio (o a la isla, o a la Comunidad Autónoma) se deben a la ‘falta de gestión’, ‘incapacidad’, ‘enfrentamientos’… de sus antecesores. Y escapa durante un tiempo.
 
‘Si las cosas empeoran, cese a alguien’
Pero, me seguía contando Don Jerónimo, al frente de aquella institución había, con honrosas excepciones, un grupo de personas que no planificaba, que apenas gestionaban lo imprescindible para ‘ir tirando’, compartían muy poco la vida de sus vecinos… y no tardó aquel alcalde (o presidente) en volver a verse en el ojo del huracán de una imagen que se deterioraba, enfrentamientos entre supuestos compañeros de grupo (algunos, sobradamente conocidos en bares y cafeterías), desánimo del personal, pequeñas empresas y entidades que no cobraban, centenares de licencias y otras autorizaciones administrativas atascadas, en cada Pleno se debatía un pobrísimo orden del día de asuntos a aprobar, los gritos que se repetían en algún despacho se podían oír hasta en la calle, vecinas y vecinos enfadados porque cuando, por fin, conseguían una cita para ser recibidos por alguien, con demasiada frecuencia ese alguien se presentaba con mucho retraso o, simplemente, no aparecía y los desviaban a otra persona (o ‘vuelva Usted otro día’)… El esfuerzo y la seriedad de algunos miembros del equipo y la profesionalidad de la mayor parte del personal se las veían y deseaban para mantener ‘el barco a flote’.
 
Y volvió a la caja fuerte. Esperando encontrar la solución a las contrariedades que se acumulaban, abrió el segundo sobre. ‘Si las cosas empeoran, cese a alguien’, fue lo que encontró. No lo dudó… porque no tenía más remedio, porque tampoco era muy de tomar decisiones que le complicaran la vida. Provocó una crisis en el grupo de gobierno, quitó las competencias a los que vio más débiles, cesó o provocó la dimisión de alguna persona a la que había defendido con entusiasmo ante los medios de comunicación apenas unos días antes, remodeló áreas… Y prometió, con la mayor solemnidad que fue capaz de interpretar (que eso no se le daba mal), que esa reestructuración iba a significar ‘un importante impulso para el municipio (o para la isla, o la Comunidad Autónoma…). Y pudo volver a remontar.
 
'Hay que vender’ la gestión
Pero había que pasar por la Casa Consistorial (o por las sedes de algún Cabildo o del Gobierno) ya muy avanzada la mañana si se pretendía encontrar algo de vía institucional y de gestión más allá de la rutina que sostenían aquellos empleados públicos inasequibles, incluso, al desaliento que produce comprobar que la mayoría de tus jefes tienen la cabeza puesta en otros asuntos y el entusiasmo en ningún sitio. Tampoco se movía mucho que no fueran los programas y las obras que venían del trabajo de la legislatura anterior. Eso sí, presentados con despliegue mediático, que ‘hay que vender’ la gestión. Alguna improvisación, si acaso un generoso gasto en fiestas y eventos que promotores privados les ponían sobre la mesa… Y, desde luego, poca o ninguna presencia en la calle.
 
Meses después, ya la situación resultaba insostenible y no parecía tener marcha atrás: en los mentideros, en las tertulias espontáneas, no tardaba en salir la conversación sobre ‘el poco empeño que pone esta gente. ¿Ustedes han visto lo abandonado que tienen todo? Además, no se les ve por ninguna parte…’. Hasta alguna huelga empezaron a convocarles. Los informativos seguían haciéndose eco de la matraquilla diaria de ruedas o notas de prensa, pero en las tertulias de radio y en las redes subía el tono de un descontento que se iba haciendo general. Hasta la oposición ‘sacaba cogote’ y, Pleno tras Pleno, presentando incluso más iniciativas que el grupo de gobierno, los ponía colorados con reproches a la planificación que no tenían, al poco trabajo que hacían o a las oportunidades que perdían. Y, así, un día tras otro.
 
Se vienen abriendo algunos sobres con el número uno
Era ‘él último cartucho’, pero no parecía quedarle más remedio. Vuelta a la caja fuerte y a por el sobre que le quedaba. Desanimado, pero con la remota expectativa de que allí estuviera el salvavidas que él y su entorno necesitaban a la desesperada, se volvió a encerrar en su despacho, sacó el sobre número tres y lo abrió. El mensaje que encontró no podía ser más claro: ‘Si todo ha seguido empeorando, ¡póngase a preparar otros tres sobres!’ . Así de simple.
 
Por lo que se ve y se oye, y ojalá no fuera así, se vienen abriendo algunos sobres con el número uno. Se nota en las declaraciones de algunos que gobiernan. Ojalá que la profecía de este cuento del admirado Jerónimo quede en eso: una simple fábula. Porque, me temo, cuando ya no sea posible mirar hacia atrás para buscar disculpas a lo poco que se piensa y se hace, cuando esas disculpas ya no tapen el poco entusiasmo que cualquier ciudadana o ciudadano puede ver, porque salta a la vista, asistiremos a la escenificación de la receta que el alcalde (o el presidente) encontraron en el sobre número dos. Al tiempo. Pero, al menos de momento, tranquilos: eso no sucederá hasta bien avanzado este año… Salvo que prospere antes alguna moción de censura que se anuncia o las huelgas convocadas sean sólo el inicio de una escalada de protestas.

Comentarios