Top Secret, 1 de octubre de 2019

El artista ofendido

El artista ofendido

Jason deCaires Taylor, el artista británico que nos cameló para que le pagáramos un museo en el fondo del mar, del que sigue cobrando royalties, está amulado. Ha dejado de ser el creador del régimen y su prestigio corre peligro. O el nuestro. Porque resulta que deCaires ha confesado, con la modestia que le caracteriza, que ha puesto a Lanzarote en el mundo y el nombre de César Manrique en lugares donde nunca soñó que se oyera hablar de él. Ya sólo por eso deberíamos echarlo de la isla y que alguien dictara orden de alejamiento intelectual para que no nos nombrara en la vida. Pero la culpa no es suya. A fin de cuentas, todo aquel que hace cosas quiere venderlas. Y deCaires es un artista en eso. Y en lo otro. A Jason deCaires lo introduce en Lanzarote el consultor y mecenas de arte alemán Helge Achembach. La primera noticia que tenemos de él es en la presentación de la Bienal de Arte de 2013. Naturalmente, saca a relucir el nombre de César Manrique “que me hizo entender y amar la isla hasta enamorarme”. Eso lo dijo Achembach en una rueda de prensa en presencia del entonces presidente del Cabildo, Pedro San Ginés, y el consejero de los Centros Turísticos, José Juan Lorenzo. Determinantes ambos para que deCaires entrara como entró. Era el 15 de noviembre de 2013. Apenas seis meses después Achembach fue detenido por estafa.

El contrato

Helge Achembach, padrino y protector de Jason deCaires es detenido el 30 de junio de 2014. Lo cual no impide al Cabildo seguir adelante con los planes (de deCaires y del detenido). Así, en noviembre de ese mismo año se firma el contrato que une a Lanzarote con el artista británico Jason deCaires Taylor (Dover, Reino Unido, 1974). En resumen, y entre otras cosas, el contrato contempla que le paguemos en torno a los 700 mil euros para que hunda unas esculturas en aguas cercanas al Marina Rubicón -el mejor emplazamiento posible de toda la isla, nos cuentan-, que le pongamos un local para que vaya currando (más o menos 3.000 euros/mes de alquiler), permiso para llevarse el 10% de lo que se venda en llaveritos, imanes de nevera, postales y esas cosas que ofrece la tienda del museo, también un 50% del beneficio comercial del que quiera sacar fotos o grabar vídeo para mostrarlo y, por poner, el contrato también incluye que le paguemos un pasaje de ida y vuelta al año a Lanzarote. Para venir a cobrar, imaginamos. Por si alguien quiere comparar, Manrique no cobró por hacer los Centros Turísticos y nada percibió ni él ni, obviamente, sus herederos, ni por visitas ni por llaveritos y postales. Comparen ahora dónde nos ha puesto la obra de César y dónde la del artista amulado.

Los caballitos

Una vez que nos comimos a deCaires y su circunstancia, y como nos vio bastante receptivos a su genialidad, nos coló lo de los caballitos esos de la marea del Museo Internacional del Castillo de San José. Que no son originales, sino una copia de unos que puso en la orilla del Támesis como “reflejo de la gran amenaza que se cierne sobre el planeta y, especialmente, sobre sus mares y océanos” -resulta que las cabezas de los caballos, si no se fijaron, son bombas de extraer petróleo-.  Una vez puso los caballos en Londres, los moldes volvieron a la isla y aquí hizo los ‘nuestros’. Hay quien dice que aquí, en ese local de Marina Rubicón que le pagábamos nosotros, también hizo los que se llevó para allá. El artista pedía 200 mil euros por los cuatro caballitos copia de los originales. Al final no los compramos, sino que nos los cedió por un tiempito. Y parece que ese tiempito ha concluido. El Cabildo de Lanzarote, que ya no preside Pedro San Ginés a quien tan bien camelaron Achembach y deCaires, los va a retirar. En uno de esos viajes que, al parecer, le pagamos por contrato, lo llamaron a una reunión y se lo dijeron. Jason, amulado, llamó a un político y este a un periodista. Mañana completamos la historia, que hoy nos quedamos sin espacio.

Comentarios