El verbo y los datos

El aparato de comunicación del Gobierno de Canarias hace enormes esfuerzos por dibujar un panorama de bonanza económica y prosperidad en el Archipiélago. Pero las estadísticas, tozudas como ellas solas, lo desmienten... Según publica la Confederación Regional Canaria de la Pequeña y mediana empresa (Cecapyme) una encuesta del Banco de España confirma la gran fragilidad de la economía canaria. El 23% de los hogares isleños, que suponen unas 483.000 personas, no podría sostener sus gastos más de un mes en caso de perder su renta principal. Otro dato que se desprende de esta encuesta es que el 36% de los canarios, unas 756.000 personas, vive en hogares cuyos gastos excedieron a sus ingresos durante el año 2016, la tasa más alta del país. Unos 280.000 habitantes del Archipiélago tuvieron que pedir dinero prestado o pedir adelantos a sus empleadores. Otros 340.000 tiraron de ahorros para llegar a fin de mes. 98.000 practicaron descubiertos no autorizados con su tarjeta de crédito o pospusieron los pagos. Sumen todos estos fríos datos al decálogo de indicadores de que algo no va bien en Canarias, que ya hemos comentado aquí mismo, y encontraremos la realidad de un Archipiélago en el que una cosa es el verbo y otra distinta la verdad.

 

La encuesta del Banco de España refleja, además, que el 14% de la población canaria de entre 18 y 79 años se ha encontrado con dificultades en los dos últimos años para acceder al crédito. El 5% vio rechazadas sus solicitudes de préstamos. Canarias también está a la cola en la capacidad de ahorro, ya que solo un 35% de los ciudadanos dispone de ellos, frente al 43% de media nacional. Solo el 16% cuenta con un plan de pensiones. El salario medio canario en 2016 era de 19.749 euros brutos. Solo fue menor en Extremadura, con 19.475 euros. En este punto, recordemos: vivimos en una región con una industria, el turismo, que funciona más que bien y durante todo el año. Día tras día presumimos (otra vez el verbo) del momento espectacular que estamos viviendo. Cada año desde hace unos cuantos rompemos los techos de afluencia de turistas. Somos una potencia dentro de otra potencia en este sector de la economía. Pero... Algo no ha de estar haciéndose demasiado bien cuando la ciudadanía no nota tanto progreso. O la riqueza, supuesta, no se reparte como es debido. O alguien está vendiendo humo. 

 

El 'Yaiza' fue el último barco que la compañía Alisur utilizó para cubrir la ruta marítima entre Lanzarote y Fuerteventura. Antes fue el 'Alisur Azul', un robusto catamarán que tardaba cerca de tres cuartos de hora en cruzar La Bocaina. Y el 'Amarillo', otro barco recordado. Hace treinta años de esto. El pasaje costaba entonces 2.600 pesetas, ida y vuelta, para el residente. Y 4.000 pesetas los coches. Son 15 y 24 € respectivamente. Era dinero. Durante más de una década, la compañía Alisur, SA, que tenía su sede en la calle Esperanza, en Arrecife, unía a diario las dos islas. La empresa era propiedad de los Morace, una familia italiana en la que empezaba a tomar las riendas el joven Ettore, al lado de su padre Vittorio. Cuando terminó su periplo marítimo en Lanzarote se le perdió la pista. Y lo siguiente que supimos de él fue su arresto en Italia acusado de pagar sobornos relacionados con el transporte marítimo. Ahora hemos vuelto a saber de él a raíz de su fichaje por Balearia, una empresa dedicada al transporte marítimo de pasaje y carga que tiene su sede en Dénia (Alicante) y está presidida por Adolfo Utor. La naviera une diariamente las Islas Baleares con la Península a través de los puertos de Barcelona, Valencia y Dénia, y es la única compañía del sector que tiene conexiones interinsulares en las cuatro islas del archipiélago, además de conectar Ceuta y Melilla con puertos peninsulares. Y este movimiento le devuelve de algún modo a Lanzarote pues Balearia lo ficha para plantar cara nada menos que a Antonio Armas, ahora que acaba de adquirir Trasmediterránea. ¿Jugamos a los barquitos?