Top Secret, 7 de febrero de 2019

Juicio a la corrupción en Lanzarote

En la primera sesión de una de las piezas principales del bautizado como Caso Unión, los acusados han empezado a admitir que delinquieron en su día. Uno de los principales técnicos que tiene cualquier administración, el Interventor, ha confesado estar a las órdenes del PIL. Siga leyendo...

 

Juicio a la corrupción en Lanzarote

Juicio a la corrupción en Lanzarote

En la primera sesión de una de las piezas principales del bautizado como Caso Unión, los acusados han empezado a admitir que delinquieron en su día. Uno de los principales técnicos que tiene cualquier administración, el Interventor, ha confesado estar a las órdenes del PIL. Tras la primera jornada del juicio conocido como el de las comisiones ilegales en el ayuntamiento de Arrecife, pieza número 12 del Caso Unión, hemos empezado a ser testigos de cómo funcionaba una administración tan importante como el Ayuntamiento de la capital en tiempos del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL). Nada menos que el Interventor de la época, la figura técnica más importante junto a la del Secretario, reconociendo que todo lo que viniera de ese partido ni se miraba ni se cuestionaba. Su misión, en lugar de velar por la buena salud de las arcas públicas y las higiénicas prácticas económicas de la institución, se limitaba a firmar lo que remitían las concejalías del PIL vía departamento de Hacienda gestionado por el ya desaparecido (y previamente arrepentido) José Miguel Rodríguez. Todo muy cutre, muy sucio. Naturalmente el PIL no hubiese podido hacer lo que hacía sin la participación del Interventor, porque para que se den supuestos de corrupción es necesario el concurso de, mínimo, dos patas: la política y la técnica. A la que luego hay que sumar también la empresarial que prefería pasar por el aro a ir al cuartelillo de la Guardia Civil a denunciar las corruptelas.

Ciegos por el dinero

El PIL dio la orden al Interventor de que lo suyo no se discutía ni de lejos. Y de esta manera, dijo ayer Carlos Sáenz, se permitía el pago de una factura a una empresa por un trabajo que previamente ya había sido cobrada por otra, que realmente era la que hizo el trabajo. O abonar hasta cuatro veces la misma tarea. En los días siguientes se irá tratando de demostrar todo lo que sospecha el fiscal y que, insistimos, ya está empezando a ser reconocido por alguno de los actores de este juicio donde se pone sobre el tapete la corrupción en Lanzarote. O les exigían algún chanchullo para que se les contratara obra pública o se les pedía una comisión si querían cobrar alguna factura pendiente. El sumun se daba cuando estas últimas eran fruto de aquellas primeras. O sea: se exigía una comisión ilegal si querían cobrar una factura presentada de modo ilegal. Así ha lucido el patio de la política en Lanzarote durante unos cuantos años. Llegados a este punto, conviene recordar que el Caso Unión estalla, y por tanto afecta, al inicio de la crisis económica. Los tiempos de bonanza habían pasado y el dinero corría menos. Pero corría, y ya vemos, y seguiremos viendo, de qué manera y a qué manos.

De arriba

“Las órdenes venían de arriba”. Esta frase tan cinematográfica la pronunció ayer Ubaldo Becerra, ex concejal del PIL en el Ayuntamiento de Arrecife. Se supone que quién estaba arriba era Dimas Martín Martín, fundador e histórico presidente del partido. Y que las órdenes, según él mismo contó, eran las de cobrar comisiones a los empresarios. La pasta, explicó, era para repartírsela entre ellos y el partido. Y el PIL la usaba para gastos corrientes de la oficina, pero también para “fiestas, cenas, colaboraciones con grupos y asociaciones, recuerdo alguna murga, también para grupos de la tercera edad al que llevamos a El Golfo de excursión y con comida”, dijo uno de los ex hombres de confianza de Dimas. ¡Qué cosas! Con lo contenta que iba la abuela a esperar la guagua en la que Don Dilmas la iba a llevar de excursión y resulta que, en lugar de gasolina, funcionaba con pasta fruto de las corruptelas varias. E insistimos: se juzga unos tiempos en que se manejaba calderilla en comparación con la de carretadas de dinero que corrió por Lanzarote en los dos momentos álgidos de la construcción. ¿Por cuánto debemos multiplicar lo de ahora para que nos dé lo del pasado?

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