Top Secret, 3 de julio de 2019

La última foto

Quizá sea la última foto, en acto de servicio a la Educación en Lanzarote, del Director Insular Mario Pérez.  Y si no lo es, debería serlo. Con un poco de suerte, además, es la última foto como político. Siga leyendo...

La última foto

Quizá sea la última foto, en acto de servicio a la Educación en Lanzarote, del director insular Mario Pérez. Y si no lo es, debería serlo. Con un poco de suerte, además, es la última foto como político. Y si lo es, adiós muy buenas y poco, o nada, que agradecerle. Acaso su mayor [de]mérito en el currículum político haya sido ir a la cárcel en coche oficial, como presidente accidental del Cabildo, a recibir instrucciones del presidente preso. Pero como aguantó aquello, y nosotros también lo aguantamos, ya no ha habido quien lo apartara de los despachos en un cuarto de siglo largo. Que se dice pronto. Seguramente si eres de los que estás terminando ahora el master de lo que sea tras tus estudios universitarios, hayas visto toda tu vida a este hombre, y a muchos otros, dedicarse a la política y no sepas ni de qué trabajaba antes de oficiar de esto. Normal, lleva viviendo de lo público no ya antes de que tuvieras uso de razón, sino incluso previo a que nacieras. Y si por lo que sea no te suena y eres aficionado al Google Imágenes, fácil te lo encuentras siempre al lado del que manda. En segundo plano. Detrás de Dimas Martín, detrás de Adán Martín, detrás de Paulino Rivero, detrás de Fernando Clavijo…

Las llaves

Ayer mismo, sin ir más lejos, estaba detrás de Fernando Clavijo, presidente en funciones del Gobierno de Canarias, que vino a Lanzarote a traer las llaves de un colegio que ha construido, tal y como es su obligación. La de construir colegios, decimos, no la de emular a los desaparecidos serenos, pero en versión diurna. Es cierto que el colegio tiene su historia. Una muy vergonzosa historia, como muchas de las historias de la obra pública en Lanzarote. Y precisamente porque el estruendo de la chapuza ha sido tan grande y las fatigas de la comunidad educativa tan enormes, no era del todo necesaria esa foto de seis u ocho cargos públicos entregando unas llaves. Ya ni siquiera inaugurando. Unas llaves para poder abrir y cerrar un colegio vacío. De materiales y de niños. Y con el jardín inacabado. Quizá por eso no era pertinente la inauguración. Y como los que vinieron tardarán en volver, si vuelven, con la misma tarjeta de visita que traían, pues por si acaso. Un par de niños de atrezzo —probablemente sacados de los barracones de lo que ha hecho de “colegio” de La Destila cuatro o cinco años— representantes de las familias y de la dirección del centro. Todos sonrientes. Somos buena gente.

Buena gente

Buena gente y agradecidos. De no serlo hoy no se presenta ni Dios a recoger las dichosas llaves. Pero tenemos ganado el cielo de lo legales que somos. Después de todo lo que les han hecho pasar los políticos del Gobierno de Canarias con las obras del colegio de La Destila, tras que no pocos niños, y profesores y profesoras, no olvidemos, se hayan pegado cuatro años en un deprimente recinto lleno de barracones que ha hecho las veces de colegio, después de plazos incumplidos y de pasarse la pelota los unos a los otros, que todavía tengamos ganas de sonreír nos encumbra como seres humanos. Ahora sólo cabe esperar que en septiembre, cuando las llaves que han entregado hoy abran la cerradura, todo esté en orden y no haya motivos para que se les borre esa sincera sonrisa de sus rostros. ¿Son los únicos que se alegran? Pues no. Los de Coalición Canaria en Arrecife, un fleje de ellos, han posado eufóricos junto al presidente en funciones congratulándose de que el colegio esté terminado. Para qué están los amigos, si no.

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