La corrupción del PP

La corrupción en el PP ni son casos aislados ni obedece a la acción de tres o cuatro garbanzos negros o manzanas podridas que hay que apartar del cesto. Ni hay un caso Gürtel ni un caso Púnica. No. La corrupción  en el PP es endémica y estructural y, como si fuera una metástasis, ha ido carcomiendo las partes sanas del partido, como indican los diferentes sumarios judiciales en curso o como están revelando antiguos dirigentes en sede judicial. Hay un caso PP, como muy bien subraya Ciudadanos. Es la corrupción del PP.
 
Quizá por eso, los Pepés locales en todo el país se han embarcado en la ardua tarea de combatir la opinión que se está generalizando: que el PP es un partido corrupto, que se ha dopado, que ha hecho trampas. No lo tienen fácil, y en Lanzarote tampoco, porque el dedo acusador los señala cada vez más, a pesar de sus esfuerzos por imponer una agenda propia que centre la atención de la ciudadanía en problemas concretos y desvíe su mirada de los escándalos que salpican a los populares todos los días.
 
Aquí, en Lanzarote, el PP arrecifeño corre un sprint desde que amanece y no para hasta que cae la tarde: “Arrecife es un desastre, el Ayuntamiento es un desastre y la alcaldesa es un desastre”. Es agotador. Todo está muy mal, a su juicio, o peor, por lo que nos invitan a diario a fijarnos en esas cosas, para que no prestemos atención a dos factores: la corrupción en el PP, que es una verdadera una pandemia, y el cambio de ciclo que se vaticina en la política española, que pudiera mandar al PP no ya a la oposición, sino a las cavernas.

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