La sal a concurso

El Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria (ICCA) organiza el primer Concurso Oficial de Sal Marina Agrocanarias, que se celebrará en Lanzarote el próximo 30 de octubre de 2018. Al concurso podrán inscribirse todas las personas físicas o jurídicas que produzcan, envasen y comercialicen sal marina, que se encuentren presentes en los canales comerciales y que respondan a marcas comerciales propias.
 
Los concursos están bien, para poner en valor y bobear, pero lo que se echa de menos son medidas efectivas de ayuda a la rehabilitación de las salinas y la producción y comercialización de la sal marina artesanal de Canarias. Estas sales, excelentes, se debaten entre precios irrisorios y la ausencia de mercados. Los bajos precios y los mercados impenetrables abocan a todas las salinas marinas artesanales canarias a la desaparición. Ante esta situación, las administraciones públicas han  sido incapaces de articular respuestas, más allá de los infructuosos gestos de buena voluntad, como este concurso.
 
Las salinas son espacios creados por la acción humana sobre una inmejorable argamasa aportada por la naturaleza. Al igual que La Geria, es un espacio cultural, pero no logra despertar la misma atención por parte de las instituciones públicas. Pese a ello, hasta ahora, el Parlamento de Canarias ha aprobado, por unanimidad, nada menos que tres proposiciones no de Ley sobre las salinas marinas artesanales en los últimos seis años. Papel mojado.
 
Es esencial conseguir que sea declarada producto agrícola-alimentario
Hechos. Es esencial conseguir que la sal marina artesanal canaria sea declarada producto agrícola-alimentario, como ya sucede en algunos países europeos. Ello permitiría que la sal marina se beneficie de líneas de ayudas ya existentes al dejar de ser considerada una actividad extractiva, dependiente de Industria, para convertirse en un producto alimentario, dependiente de Agricultura.
 
Una segunda medida muy bien podría introducir incentivos fiscales al tratarse de una actividad económica artesanal que favorece el medio ambiente, además de implantar ayudas directas a la producción por su contribución al entorno y al mantenimiento del paisaje. Todo ello por la vía de los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma de Canarias. En tercer lugar, se está tardando promover ante la Unión Europea planes específicos de ayuda a la rehabilitación de las salinas, con el fin de conservar los paisajes y preservar los valores culturales y ambientales que albergan.
 
Tampoco sería descabellado encajar la sal marina en el circuito de comercialización establecido por el Gobierno de Canarias para las producciones alimentarias de las Islas, tratando de generalizar su consumo. Esta medida podría complementarse con la promoción la sal en los medios de comunicación, mediante campañas institucionales, destacando su aportación para la salud, también con cargo a los presupuestos públicos.
 
El mantenimiento de las salinas marinas artesanales, en definitiva, pasa inevitablemente por mejorar la competitividad de la sal producida en el mercado, que es lo único que garantiza la continuidad de la actividad económica y la conservación de los paisajes salineros.

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