Top Secret, 4 de abril de 2018

La segunda muerte del PIL

La segunda muerte del PIL

La segunda muerte del PIL
El PIL murió el día que la UCO entró a saco en el ayuntamiento de Arrecife y empezó a descubrir todo lo que descubrió de su alcaldesa más famosa y sus concejales más motivados. Alguien, sin embargo, creyó haber hallado el elixir de la resurrección. Dicen las acusaciones de fiscalía en los sumarios de las operaciones anti corrupción que se han dado en la isla, que Dimas Martín convirtió al PIL en una banda criminal pensada para saquear instituciones. De ahí debió aprender la ex alcaldesa de Arrecife, Isabel Déniz, o quizá ya le venía de serie, pero el caso es que, según parece, se montó su propio chiringuito a costa de Urbaser y de los ciudadanos de la Ciudad que administraba) y que, naturalmente, arruinó. Tanta porquería, tanto delincuente haciendo cola para enriquecerse, le pasó factura al PIL y a la que llegaron las próximas elecciones acabó en una cuneta, medio moribundo. Las únicas, y muy leves, constantes vitales le llegaban de Guatiza y del Módulo 2 del Centro Penitenciario de Tahíche: la consabida cantinela del victimismo. Todo lo que venía ocurriendo, en realidad, no estaba pasando. No era sino el fruto de unas mentes muy imaginativas, un fiscal no se qué y un juez no se cuantos al mando de una UCO con el oído demasiado fino y sin entender la idiosincrasia de una isla acostumbrada a determinadas rutinas.
 
El dúo salvador
Haciendo buena la máxima de que los corruptos no son los partidos sino las personas, el ex socialista Ramón Bermúdez trató de resucitar al muerto. Y a ello se puso. Naturalmente con la idea de revivirlo e irse a su casa y a su trabajo. A dar clases. Lo mantuvo con respiración asistida para llevarlo a un Congreso largamente anunciado y que no acababa de llegar nunca. Y, mientras, Bermúdez seguía repitiendo que su idea era irse a su casa y a su trabajo. A dar clases. Volver a la tiza. Llegó el Congreso y como pasa en estas ocasiones acabaron convenciendo a Ramón Bermúdez para que se presentara pese a que su idea seguía siendo irse a su casa y a su trabajo. A dar clases. Volver a la tiza. Y a las tutorías. Sin embargo algo ocurrió en una noche de luna llena, que es cuando pasan las cosas más extrañas, y Bermúdez se quedó sin ganas ni de irse a casa, ni de regresar a su trabajo y, lo que es peor, ni de trabajar en el PIL. Se puso de asesor, descargó las responsabilidades en José Marcial González, este también se enchufó de asesor. Y a vivir, que son dos días, renovables, naturalmente.
 
Nuevos tiempos, viejas prácticas
El caso es que este martes, horas después de ordenar romper el pacto en Arrecife y San Bartolomé, ni el número uno, ni el dos, ni nadie de ese partido “viejoven” ha salido públicamente a dar explicaciones de nada. Puede que consideren anormal convocar y celebrar una rueda de prensa para informar a la opinión pública (incluidos sus votantes) de decisiones de tamaño calado. Pero la lógica de las cosas indica lo contrario. Bermúdez, uno de esos trescientos y pico docentes  cuya situación ha sido denunciada en fiscalía por un sindicato, tira piedras, esconde manos y esconde la cabeza como los avestruces. Ni el más mínimo respeto a la ciudadanía. Que les den. Ande yo caliente y tal, debe pensar. Y el otro, herido en su orgullo, amor propio y, seguramente, bolsillo, se ha amulado por tener que volver a trabajar y tampoco aparece para decirle a los que en 2019 podrán votar qué hace el Partido de Independientes de Lanzarote y por qué lo hace. Recientemente, y por desgracia, hemos asistido a la despedida de dos históricos del PIL triunfal: Matías Curbelo y Manuel González. En breve lo que haremos será asistir a la despedida del PIL propiamente dicho. ¿Y a quién aprovechamos? Dijo ayer un militante destacado de Coalición Canaria viéndose venir un nuevo desembarco pilista en sus filas.

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