Top Secret, 26 de febrero de 2019

La triple A

La triple A

Es una de las cosas de las que más se oye hablar en estas semanas previas al inicio de la campaña electoral, si es que la campaña electoral no ha comenzado ya sin que tenga que dar permiso el que da los permisos. ¿Qué es la triple A? A bote pronto pudiera parecer que es una triple alianza, que empieza por ‘A’, la alianza. Lo cual no extrañaría a nadie porque en esta previa electoral nos ha dado por aliarnos como nunca jamás lo hicimos antes. No hace falta repetir quien se ha aliado con quien. De sobra lo saben ustedes. Y, de paso, nos hacen un favor ahorrándonoslo porque nos resulta complicado reflejar aquí tanto aliado. Nos dejaríamos en el tintero a alguien, fijo. Y, ojo, porque todavía no hemos terminado de aliarnos. Algún verso suelto queda por ahí que, en un abrir y cerrar de ojos, acabará aliado con quien comparta parecido programa electoral y el consabido interés por la estabilidad de las instituciones, la gobernabilidad y el bien del pueblo. Siempre el pueblo. Pero no, la triple A no tiene nada que ver con eso. Ni mucho menos. Es más de andar por casa. Y nos define mucho, además.

Política viejuna

La triple A son tres cosas que los candidatos y las candidatas a las elecciones del 26 de mayo repiten como una letanía: Asfalto, Aceras y Alumbrado. En eso consiste la triple A. En esas están gobernantes y aspirantes a gobernar. Asfaltaremos las calles, que hay calles sin asfaltar y otras muy mal asfaltadas; pondremos alumbrado público, que hay zonas totalmente a oscuras y otras con bombillas que consumen mucho; pondremos aceras, que hay zonas de la ciudad y de los pueblos donde las aceras son una utopía. En este punto vendría bien recordar que estamos ya a punto de cerrar la segunda década del siglo XXI. Igual a estas alturas debería estar todo más que bien asfaltado, suficientemente iluminado y con aceras amplias para que el rey de la calle fuera el ciudadano. Pero no, ya ven, prometiendo lo básico que, además, coincide que es lo más demandado por la ciudadanía. Pero no se equivoquen, decir que la ciudadanía lo demanda y que, por tanto, hay que darle respuesta, no habla bien del político, sino todo lo contrario: nos recuerda que hay mucho bien pagado que no nos sirve ni para el abc de la gestión.

Siglo XXI

Para que se hagan una idea las primeras farolas eléctricas datan de 1875. Se trataba de lámparas de arco eléctrico con electrodos de carbón que empleaban corriente alterna, que garantizaba que los electrodos ardieran de forma regular. Timisoara, en Rumanía, fue la primera ciudad de la Europa continental en contar con alumbrado público por electricidad. El 12 de noviembre de 1884 instaló 731 lámparas. Las calles asfaltadas, por su parte, datan de 1909, en concreto el 20 de abril de ese año, cuando en Detroit decidieron hacer una calle con una capa gruesa de cemento sobre un tramo, entre la quinta y sexta milla, de la Avenida Woodward. Y en lo que respecta a las aceras, las primeras que se conocieron parece que fueron en la ciudad de Pompeya, fundada en el siglo VI antes de Cristo y desaparecida en agosto del 79 (no nos hemos dejado nada delante del 79, hablamos del siglo I). Hay constancia de aceras que se encuentran elevadas respecto a la calzada y delimitadas lateralmente por un bordillo de piedra que servía de contención, impidiendo o dificultando a las caballerías y carruajes, invadir las zonas reservadas a los peatones y encauzar las aguas de lluvia en su encuentro con la calzada. Dicho todo lo anterior, no parece que vayamos a innovar demasiado aplicando, en estas elecciones, y en las que vendrán, la triple A.

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