Opinión

Lanzarote, Reserva de la Biosfera. Entre vocablos y tapices, el abandono

Lanzarote, Reserva de la Biosfera. Entre vocablos y tapices, el abandono

Un medio de comunicación local se hace eco en su última edición en papel de varias noticias que bien podrían narrar la realidad de tres lugares distantes: el declive del histórico centro comercial de Arrecife, la propuesta de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote para la creación de un diccionario de palabras que muestren los vínculos humanos con la naturaleza, y un tercer artículo titulado Lanzarote: la isla vertedero.

Parece una muestra heterogénea de lo que puede acontecer en cualquier territorio pero que adquiere tintes preocupantes por lo limitado del escenario insular. Es también la constatación de que cada cosa que pasa en Lanzarote discurre por caminos diferentes sin que exista una estrategia donde converjan las acciones que se emprenden. Si consideráramos que el marco de lo que está por hacer en la isla fuera el Cabildo y este pudiera ser capaz de concertar un esfuerzo con lo siete ayuntamientos, tendríamos un plan. El pegamento que sustentaría el esfuerzo de ir a ocho bandas sería el bien común y el interés general. Podríamos expresarlo como “remar en la misma dirección” y todos entenderían que existe un motivo para sentarlos en una misma mesa y que un fin y una estrategia para su logro resultarían lo suficientemente motivadores para confiar en que las ocho administraciones sean capaces de conducirnos a puerto seguro. Sirva como muestra la contestación que viene teniendo el Plan de Acuicultura del Gobierno de Canarias sobre la eventual instalación de jaulas marinas desde Arrecife a Pechiguera. Todos le han visto las orejas al lobo pues es la costa turística por excelencia donde se concentran la mayor parte de las camas hoteleras y las mejores playas. Por cierto, debe ser esta otra de las gracietas que nos dejó CC de su pasado mandato, de la que no sabemos bien con quién pretendió repartirse la marea para hacer negocio. 

La reciente disolución de la Mesa Insular en la que quedaban representados los ayuntamientos y el cabildo, que interpreto que tenía su justificación en el logro de acuerdos comunes en el escenario COVID, no es una buena noticia para lo que pretendo defender. Debo entender que aquella condición de sobreponerse a los intereses de partido y pensar en ese bien común en el que nadie parece creer no ha sido posible, o puede que la presidenta no haya sabido ejercer un liderazgo, o no haya tenido la actitud, que tendría más que ver con la motivación y la coordinación que con quién manda más.

Pero, ¿tenemos esa motivación que dirija nuestros esfuerzos en determinada dirección? Podemos acordar que si el Cabildo pusiera de su parte para dotarlo de contenido y darle credibilidad, ese motor, bien lo podría protagonizar el hecho de ser una Reserva de la Biosfera. La segunda cuestión es si el concepto de Reserva tiene la entidad para tal menester y si en el cabildo y en los siete ayuntamientos lo creen así. Porque es posible que en el supuesto de otorgar determinado crédito a la figura de la Reserva, tendríamos que concluir con que las otras dos noticias –la de ser un vertedero, y el de la muerte del centro comercial de Arrecife– no se estarían dando en un espacio tan frágil, tan fácil de controlar, tan escasamente vigilado y en el que suponemos que sus habitantes están tan concienciados que no pasarían según qué cosas.

De primar como eje vertebrador la figura de la Reserva de la Biosfera, todas las intervenciones, proyectos y medidas de protección que se deban poner en marcha, nos daría como resultado el éxito de tales empresas. Pero la oficina de la Reserva parece estar en una realidad que también existe pero que sólo es una parte de todo lo que acontece. Están en un proyecto de diccionario de palabras de los vínculos humanos de cada Reserva con la naturaleza. Igual es que no la dejan estar en otros menesteres más urgentes e importantes y como figura impostada y decorativa con eso vale. No creo que en el marco de ese proyecto vieran deseable que apareciera “vertedero” inmundicia” “quiebra social”, “ruina”, o “isla vertedero”. Todo ello, tal que si no habitáramos el mismo espacio y donde el resto de las Reservas de la Biosfera (más de cuarenta) que se han adherido al proyecto, difícilmente conocen la trastienda de la isla que busca sus propias palabras referidas a la naturaleza. No sé si considerarían que las palabras entrecomilladas más arriba, todas o alguna de ellas, deben pasar a formar parte del diccionario, porque al fin y al cabo narran la relación con nuestro medio, o si sólo utilizarán las palabras hermosas que ponen en evidencia la que fue y ya no es.

Si las Reservas de la Biosfera son territorios cuyo objetivo es armonizar la conservación de la diversidad biológica y cultural y el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza, y, compartiendo que no hay Reserva si no existen personas que justifiquen una relación exitosa con el medio en que viven, debemos recordar que los quinientos vertederos son parte de nuestra relación con el medio, y que el ocaso del centro histórico de una capital que se encuentra en la Reserva de la Biosfera, también. Un galardón sin acciones y con la comunidad en otros asuntos más mundanos no es un buen diagnóstico ni para nuestro futuro, en tanto parte de este engranaje, ni para las perspectivas turísticas de la isla.

No sé qué hacen cuarenta Reservas buscando palabras, cuando lo que se demanda es buscar soluciones para armonizar la conservación de la diversidad biológica y cultural y el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza. Ahí es nada. Y ya me gustaría conocer las acciones de las otras Reservas sobre armonizar la conservación de la diversidad biológica… o es más de la misma falta de sustancia que hay por aquí.  

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