Los viejos, al exilio en Tahíche

Los viejos, al exilio en Tahíche

No descarto las bondades de una residencia para viejos en Tahíche. Lo de ‘mayores’, no deja de ser una corrección para ahuyentar el temor que suscita el otro término, pero hablamos de un lugar para ancianos que dejan de tener autonomía y sus familias no pueden o no quieren el cargo que supone su atención. Envejecer no es tanto una putada —no aprendemos a aceptarlo— como devenir en dependiente, pues ancianos autónomos hay infinidad como hay jóvenes dependientes.
 
Con la vejez, si se acompaña del aislamiento de un centro alejado, se estigmatiza a los ancianos
No sé qué se les pasa por la cabeza a los jóvenes técnicos y políticos cuando toman la decisión de construir este tipo de centros. Acaso crean que ellos nunca envejecerán, y, por tanto, ni se plantean nada sobre el lugar, ni sobre algunas condiciones para pasar este periodo de la vida. Construyen aparcamientos para viejos lejos de la mirada del resto de la sociedad, tal que creyendo ingenuamente que los mandan a un idílico paraíso rural —siempre rural— suponiendo conocer los deseos de los viejos. Instalaciones con más o menos requerimientos y personal, piscina terapéutica, sala de rehabilitación  y demás servicios.
 
El argumento de la disponibilidad de espacio en entornos rurales para las instalaciones no es un argumento válido, pues suelo hay en la ciudad;  es una cuestión de precio el que Arrecife cuente con una residencia para viejos, donde puedan interactuar en la ciudad, hacer vecindad y charlar por sus calles. Olvidan que, con la vejez, si se acompaña del aislamiento de un centro alejado, se estigmatiza a los ancianos. Se les hurta su vida social y se les aparta de la vista, se les aleja del pueblo y de la ciudad en la que deben continuar estando presentes.
 
Arrecife no puede hacer desaparecer a sus viejos como lo hace
Arrecife no puede hacer desaparecer a sus viejos como lo hace, y eso es una decisión política tomada por jóvenes que ni se plantean que llegarán allá, y ojalá así sea porque significará que han vivido. No pueden desear para los otros lo que no admitirían para sí mismos. Insisto, creen que nunca envejecerán y serán dependientes. No deseo para mí eso que construyen en Tahíche. No quiero semejante epílogo para mi vida y desearía creer que podré pasear una ciudad pensada para niños y viejos, los dos extremos de la vida que también son vida.
 
Algo estamos haciendo mal, muy mal, y no es una cuestión de sensibilidades asociadas a ideologías. Lo hacen extremadamente mal, y, acaso por egoísmo, deberían dar una vuelta a sus decisiones, aunque sea para que cualquiera de los que hoy son consejeros, no acaben su vida en una finca rural, aullando cada noche porque lo han alejado de sus calles, de sus paseos, y del entorno del que nunca deberían ser apartados.

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