Más democracia

El agotador debate sobre la modificación del sistema lectoral canario, que se fundamenta en la triple paridad, suele centrarse en los derechos adquiridos de unos y otros, pero nos distrae de otros aspectos tanto o más importantes que la representación de los canarios según hayan nacido en una isla o en otra. La profundización en la democracia, la regeneración y la renovación políticas, las listas abiertas, la paridad o la transparencia son algunas de las cuestiones que quedan solapadas y así es difícil reclamar a los partidos políticos un giro radical en la gestión de los asuntos públicos.
 
Casi nueve de cada diez españoles consideran que los partidos políticos no se ocupan del interés general, sino de sus propios asuntos y que, lejos de ser útiles para resolver los problemas de la ciudadanía, se han convertido en un problema en sí mismos. Unos más que otros, es cierto. El descrédito de la política y de los políticos está alcanzando cotas inimaginables, hasta el punto de que han surgido fenómenos con gran capacidad de arrastre que calan entre un electorado que quiere que se centren en resolver sus problemas reales. Son los nuevos partidos que van proliferando por toda Europa con desigual fortuna.
 
Está en boga la necesidad de revisar los pactos que sustentaron la joven democracia española propiciando la transición política, y por eso se insiste en una reforma de la Constitución. Incluso hay un debate en torno a la razón de ser de la Jefatura del Estado (Monarquía Parlamentaria o República), y también se habla hasta la saciedad de la conveniencia de reconducir la forma de proceder interna de los partidos políticos. Pero la cosa también va de robustecer la democracia misma a base de más democracia, mejor democracia y más política. Y de reformar lo que ya no funciona o funciona mal. Conviene y rápido, porque, sin esperanza, triunfarán la demagogia y el populismo.

Comentarios