Top Secret, 29 de septiembre de 2017

Meca y aquellos tiempos

Meca y aquellos tiempos
Este jueves nos despertábamos con la triste noticia de la muerte de Manuel Meca Cazalla, abogado laboralista y padre del consejero de Podemos en el Cabildo, Carlos Meca. Meca, padre, era natural de Ceuta pero fue aquí, en la isla, donde desarrolló su carrera profesional como abogado laboralista sobre todo en el Cabildo de Lanzarote, en el área de Recursos Humanos. Ahí se ganó la consideración y el respeto de sus compañeros y la confianza de todos los presidentes que conoció a lo largo de su carrera por su seriedad y su rigor en defensa de los intereses de la Corporación.  Eran tiempos donde el político respetaba al técnico y este, a su vez, devolvía el respeto al político. Y ya sabemos todos  que el respeto no se pide, se gana. Sus dos hijos, Cristina y Carlos, nacieron en Lanzarote y siempre vivió en el entorno del Charco de San Ginés, en la calle Jacinto Borges. Dotado de un fino sentido del humor y  gran aficionado del Real Madrid, una vez que se jubiló dedicó generosamente su tiempo a Cáritas Diocesana. Vayan desde aquí nuestras condolencias a su mujer y a sus hijos.
 
Un respeto mutuo
Al hilo de lo anterior, y aunque nos resulte hoy difícil imaginarlo, la relación entre los políticos y los técnicos en el Cabildo de Lanzarote y el resto de corporaciones, fue estrecha, respetuosa, plena de confianza mutua, colaborativa... Una cosa y la otra convirtió a la institución cabildicia en el orgullo y punto de referencia del resto de instituciones locales. Ante la duda: los técnicos y juristas del Cabildo. El técnico veía en el político a una persona cabal, honesta, calibrada, recta, de firmes creencias y claras ideas. Este, por su parte, descubría en el técnico a un profesional entregado a su tarea, riguroso, ecuánime, objetivo... Se podría decir sin miedo a equivocarnos que en la mayoría de los casos existía hasta admiración mutua. Pero en algún momento de la historia eso se quebró. De repente aparecieron políticos que, más que técnicos, necesitaban amanuenses capaces de reflejar, negro sobre blanco, sus disparatadas ocurrencias. Alguna rayana el delito, incluso. Y si bien en ocasiones se topaban con personal de recia voluntad, no menos cierto es que los ha habido que decidieron, en la recta final de su carrera inclueo, tirar por la borda todo su prestigio y evitarnos a los periodistas echar mano de  la lista de elogios en caso de jubilación. 
 
Un desprestigio mutuo
Naturalmente el otro sector, el de la política,  ha puesto mucho más de su parte. Ligeramente confundidos de lo que significa resultar electo por la ciudadanía, no pocos cargos públicos han tensado la cuerda hasta límites insospechados. Quién sabe si ebrios de poder o de ignorancia, o las dos cosas, han irrumpido en los históricamente respetados despachos de técnicos y juristas y los han vaciado a decretazo limpio. Una forma como otra cualquiera de generar más trabajo a los Tribunales de Justicia que, una y otra vez, y otra más, han fallado dando la razón al profesional de lo suyo frente al político de la nada. Por ello, al sorprendernos ayer la muerte de Meca no hemos podido evitar echar la vista atrás y evocar unos tiempos en los que la Política en la isla se podía escribir así, con mayúscula, y en los que los políticos eran parte de la solución y no el problema entero.

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