Opinión

Montero, Marlaska y Escrivá

Montero, Marlaska y Escrivá

Hacía tiempo que la rumorología política apuntaba a que Pedro Sánchez preparaba cambios en su Gobierno. Ahora bien, si hasta ahora las filtraciones y rumores que Moncloa generaba siempre se achacaban a la llamada factoría Iván Redondo, esta vez el hermetismo del presidente en la preparación del revolcón que ha dado al Ejecutivo parece haber sorprendido a Iván Redondo, principal consejero, asesor y guía desde la presentación de la censura a Mariano Rajoy, y al hombre que más le empujó y apoyó dentro del PSOE, José Luís Ábalos –además, número dos del partido–. En esta ocasión, la revolución promovida por Sánchez en el Gobierno ha dejado descolocado a todo el mundo, a analistas políticos, medios de comunicación, a sus propios ministros, a su partido y, desde luego, a la oposición.

Más allá de otros cambios anunciados, sorprende especialmente el relevo de lo que se ha considerado el núcleo duro del presidente, de aquellos que han compartido con Sánchez las grandes decisiones estratégicas impulsadas en la legislatura; ellos han sido las grandes víctimas de está profunda remodelación gubernamental.

Hay quienes se preguntan si el cataclismo producido por Sánchez en su equipo de confianza conlleva marcar a los hasta hora principales colaboradores —Carmen Calvo, Iván Redondo y Ábalos– como culpables de  algunas decisiones estratégicas que han colocado al PSOE por debajo del PP en los últimos sondeos publicados. Otros lo ven como un paso más en el camino que se ha trazado Sánchez para acaparar el poder omnímodo en todos los ámbitos en los que se mueve. Sea como fuere, hay algo más en la decisión tomada por el presidente que un cambio de caras para afrontar esta nueva etapa que se abre de impulso a la recuperación económica.

En clave canaria, a priori los cambios introducidos en el Ejecutivo central no parece que vayan a favorecer la resolución de los asuntos pendientes de nuestro Archipiélago con el Estado. Permanecen en el Gobierno de España ministros que, al menos hasta ahora, no han demostrado compromiso ni implicación con los asuntos de las Islas. María Jesús Montero, Fernando Grande-Marlasca y José Luís Escrivá no se han distinguido especialmente por querer entender la problemática singular de un territorio insular y alejado, pero los tres han sido confirmados en sus respectivos departamentos.

La ministra de Hacienda ningunea a Canarias, incumple nuestro Régimen Económico y Fiscal y entorpece la transferencia de los 900 millones de euros ganados a pulso por las Islas en los Tribunales de Justicia. Por su parte, Grande-Marlaska y Escrivá no han llegado a entender la problemática que tenemos como territorio limítrofe con una de las zonas más deprimidas del mundo ni tampoco que, por lo tanto, el fenómeno migratorio requiere una actuación integral. No han comprendido que por la fragilidad de Islas y de su economía y nuestra dependencia del turismo exige un mayor grado de compromiso de España y de Europa. Además, hay salidas del Gobierno que tampoco parece que nos vayan a ayudar en la solución de los contenciosos pendientes entre Canarias y Madrid –especialmente en el caso de José Luís Ábalos–. Ángel Victor Torres pierde con la salida de Ábalos un sólido interlocutor para los asuntos canarios. Mientras el ya ex ministro de Fomento entendió muy bien la deuda que el Gobierno de España tenía con Canarias, la ministra de Hacienda –al parecer, todopoderosa– tiene el expediente bloqueado.

Más allá de los nombres de los ministros o la casuística por la que unos salen y otros entran, interesa desde Canarias que sean justos con un territorio que nada tiene que ver con el continente que ellos pisan. Solo el tiempo dirá si los cambios promovidos por Pedro Sánchez, de mucho calado, han sido para bien o para peor en el caso de Canarias. 

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