Oramas, UN mujer del partido

Oramas, UN mujer del partido

No, no hay una errata en el título. Es una forma jocosa de poner en evidencia que, siendo mujer, se puede tener formas de hombre en sentido figurado, de cómo lo hacen de mal muchos varones en política. Porque cuando pensamos que una mujer adquiere cierto poder, esperamos que adopte un tono distinto, no blandengue, sino distinto para su gestión pública.   
 
Puede que la distancia sea el olvido, y, de aplicarse esta máxima, entenderíamos que Ana Oramas haya olvidado cómo se las gastan sus compañeros de Coalición Canaria. Si no, no se entendería que la diputada nacional venga a Lanzarote a soltar alharacas de la feminización del partido. Podría ser, también, que cuando reivindica la denostada figura de Clavijo como el presidente de los canarios, lo que esté queriendo decir que sólo de los nacionalistas, a ser posible hombres. Oramas pone por delante la lucha y la apuesta por las mujeres y para las mujeres, pero no hay quien se lo crea porque ella, siendo mujer y con cargo, lo es al servicio de los hombres que dominan el partido desde 1979, nada menos, y no digo que desde dentro del partido, porque se gobierna a la sombra desde otras mesas de poder.
 
No creo, a estas alturas de la película, que Oramas, que está estupenda en Madrid, no piense en el gozo de ser la primera mujer de ese club de hombres condescendientes que llegue a la Presidencia del Gobierno de Canarias. Si eso pasara, es que ha demostrado internamente que va a ser tan útil como lo ha sido Clavijo para los intereses, ya no del partido, sino de sus patrocinadores. Igual de mala, por tanto, para el interés general de los canarios y canarias, como gustaría decir a la diputada.
 
Debo decir que mujeres así, tan parecidas a los hombres, a mí me sobran en la vida pública
A Oramas la tengo por una mujer soberbia, muy aprendida en las lides públicas, y esta imagen la conservo de su época en la Alcaldía de La laguna. No había quien le tosiera, quizás, dicho en su beneficio, pudiera haber sido una pose para imponerse ante tanta testosterona. Llegados a este punto de su vida política, una profesión que no lo debiera ser, Oramas debe saber mucho y muy intenso de las interioridades del partido, y juega sus cartas, dándole un poco igual aquello de los principios y valores y resbalándole bastante los conceptos de integridad y honestidad. Porque, para aplaudir a Clavijo, hay que tener mucha trastienda. 
 
Sí debo decir que mujeres así, tan parecidas a los hombres, a mí me sobran en la vida pública. Decía que lo que sabe, o sea su silencio, el de Oramas, debe de ser muy valioso. Como no le presumimos ignorancia, debe saber tooooooodo lo que ha hecho su gobierno por el empresariado afín, al que ha rendido pleitesía con ayudas millonarias nominadas, facilitándole procedimientos negados al común, o redactando leyes  para satisfacción de la canalla.   
 
A Migdalia Machín, a la vera de Oramas, conforme, satisfecha y agradecida por esta profesión hereditaria que ejerce, declara que no es necesario que las mujeres tengan un puesto en las listas para ser importantes para el partido, sino ser parte de equipos, afirmación machista donde las haya y peor cuando sale de una mujer que no quiere perder sus privilegios.
 
La reivindicación de la figura de Clavijo se podría hacer, sí o sí, porque de ello pudiera depender la continuidad y la pela. Oramas sabe mucho y no la moverán. A Migdalia le pasa lo mismo, pero el que sabe mucho es su padre. Y no, no los moverán. Sólo los votos tienen ese poder. Aquello asemeja a una estructura napolitana que ningún pueblo merece, por muy tolete que pueda parecer por momentos.

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