Top Secret, 30 de abril de 2019

Otra más

Con tanto ruido electoral se nos quedó en el tintero la última que la política insular pone sobre el tapete. Esta vez la ocurrencia tiene que ver con poner todas las paradas de taxis de la isla igualitas. Pero hay que ver cómo y de qué manera. Siga leyendo...

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Con tanto ruido electoral se nos quedó en el tintero la última que la política insular pone sobre el tapete. Esta vez la ocurrencia tiene que ver con poner todas las paradas de taxis de la isla igualitas. Pero hay que ver cómo y de qué manera. De entrada, digamos que el autor de lo que tiene todos los visos de ser una chafalmejada versión siglo XXI es el estudio de un viejo conocido: Juan Palop-Casado, a quien, de último, confiamos la solución a todos los marrones que previamente generamos nosotros mismos. En estos casos se trata de ponerle, a la cosa, un nombre aturdidor. Ha elegido llamar a la parada de taxi “arquitectura convertida en jardín y espacio público sostenible integrado en el paisaje” que, naturalmente, servirá para “homogeneizar las paradas de taxi de la isla y mejorar su competitividad”. Una vez que tenemos la vaselina bien untada y que la cuenta corriente del pensador se ha inflado en casi 15.000 euros, Igic incluido, entramos en los detalles de lo que promete ser un elemento homogéneo que, por lo visto, servirá lo mismo para la parada del aeropuerto, la del Arrecife Gran Hotel o la del Casco Histórico de la Villa de Teguise. Porque para eso está pensado.

Feas de narices

Y no nos imaginamos nosotros en el Casco Histórico de Teguise semejante bañera voladora por muy sostenible y mucha wifi que tenga la cosa. Rompe con el entorno hasta en Jinámar. El caso es que después de perpetrar la unificación de las paradas de guaguas, ahora se pretende hacer lo mismo con la de taxis. Con la cosa esa que se aprecia en la fotografía que acompaña este texto. Son 54 paradas en toda la isla. Y parece que una unidad del invento de Palop (¡qué bien se lo está pasando con nosotros!) cuesta unos 35.700 eurillos de nada. Multipliquen. Esa bañera voladora, dice el autor, “se ha planteado desde un punto de vista sostenible y estrategia bioclimática, dentro del concepto de isla Reserva de la Biosfera, con el fin de generar un elemento con identidad e integrado en el paisaje de manera que con mínimas modificaciones del prototipo diseñado se adapte perfectamente al entorno en el que se ubique, contribuyendo a crear una imagen unificada e icónica mediante el taxi como transporte público. No es como tal una infraestructura o mobiliario urbano. Es una infraestructura arquitectónica convertida en jardín que construye paisaje y se integra en el mismo, convirtiendo además el espacio de la parada de taxi en un espacio público”.

Póngame tres cuartos

Oiga, siendo así, póngame tres cuartos de eso. En serio. ¿Qué nos está pasando? ¿En qué momento hemos dejado de ser un lugar que siempre quiso ser único en el mundo y que últimamente no hacemos sino copiarnos de otros sitios y comprar la primera ocurrencia estándar que nos plantean? Todo eso, en plena celebración del centenario de César Manrique, chirría aún más. Creemos saber mucho sobre César, haber aprendido mucho de él y tenerlo siempre muy presente. A él y a su filosofía. Llevamos no sé cuánto tiempo de celebración en el Reducto y queda algún lolailo más todavía. Pero no parece ser cierto nada de eso. Manrique creó a través de algo tan simple como observar y estudiar la naturaleza y aprender de la innata inteligencia del hombre del campo insular. Y estudiosos de su obra los hay. Y gente que trabajó con él y son testigos directos de lo que proponía, los hay. La sencillez de lo conejero, que tan grande ha llegado a ser. Pero no. De último nos da por convertir Lanzarote en Benidorm, Magaluf o Marbella. 

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