Palmarés

Los festivales de cine deberían existir para promover el riesgo, la innovación, desatar la locura, pero habitualmente ocurre todo lo contrario. Se busca el consenso, el producto sólido y de impecable factura, la palmadita en la espalda. La película sueca “The Square”, premiada con la Palma de Oro en Cannes, reúne perfectamente todos esos requisitos. Es una película de “tema importante”: la decadencia de la sociedad y la cultura europeas en el mundo actual. Lo hace sin renunciar a la ironía y al humor, en ocasiones un punto gamberro, lo cual resulta muy atractivo también. Trata de un director de un museo de arte, joven, culto y guapo, al que un día le roban el teléfono móvil y por no se sabe qué aplicación informática (una de esas dichosas Apps), descubre que el ladrón vive en uno de los barrios periféricos más conflictivos de la ciudad. Hacia allí se decide ir para intentar localizarlo, lo cual desata el drama, una pesadilla. Por el camino varias subtramas sobre el ridículo mundo del arte contemporáneo y sus modernas instalaciones que pueden levantar más de una carcajada. Hay una secuencia vital, con un actor ejerciendo de hombre-mono en una fiesta de gente refinada, que termina también en tragedia. “The Square” no entusiasma pero tampoco desagrada. Ni frío ni calor. Ideal para premio. Los festivales de cine suelen ser así de conservadores.

 
“De lo último de Fatih Akim, por la que ha sido premiada la actriz Diane Krüger, solo destacaríamos que tiene un apellido fácil de recordar”
 
El Grand Prix, segundo premio en orden de importancia del Festival, fue para “120 revoluciones por minuto” de Robin Campillo, un reportaje honesto y bien realizado sobre las luchas de los enfermos de sida en la Francia de los 90, arremetiendo contra la industria farmacéutica, que levanta el vuelo en un tramo final realmente conmovedor. El premio a la mejor dirección ha ido a parar inexplicablemente a Sofía Coppola (hija del gran Francis Ford) por un birrioso telefilm de encargo, “The Beguiled”, con el que la muchacha se postula para trabajar también en la gran industria. Terminará filmando persecuciones de coches.
 
Almodóvar ha barrido bastante para la industria norteamericana. El premio especial por la 70 Edición del Festival para la actriz Nicole Kidman ha borrado de un golpe toda el aura de solemnidad y esplendor de este galardón onomástico. También ha resultado premiado Joaquín Phoenix. Independientemente de que lo consideremos el mejor actor de cine del mundo, está espantoso en “You were never really here”, como todo el conjunto de esta película, todavía en fase de edición (ojo), proyectada el penúltimo día de festival. Otra cosa nefasta ha sido “In the fade”, lo último de Fatih Akim que promueve peligrosamente el ojo por ojo y diente por diente, por la que ha sido premiada la actriz Diane Krüger, de la que solo destacaríamos que tiene un apellido fácil de recordar, al menos para nosotros.
 
“Siendo muy sinceros, para nosotros lo mejor de Cannes ha sido el vino tinto de La Provenza, merecedor con toda justicia de la Palma de Oro”
 
Para la pedrea han quedado el pobre Zviagintsev, al que se le ha notado muy decepcionado y Yorgos Lanthimos. Ces’t fini. Hong Sang Soo merece todas las palmas y los osos y los leones del mundo, pero festivales como el de Cannes no están hechos para premiar su cine. Solo para exhibirlos como rarezas exóticas. Todos los años se inmiscuye alguno.
 
Otras películas estimulantes fueron dos cortometrajes: “La Bouche”, del colombiano Camilo Restrepo, y “Farpoes, Baldios”, de Marta Mateus. Además de “A fábrica de nada” de Pedro Pinho. La gran noticia para el cine español ha sido el premio al mejor cortometraje de la Semana de la Crítica para “Los Desheredados”, de Laura Ferrés, un trabajo magistral, única participación española este año en Cannes junto al presidente Almodóvar.
 
Nos hemos pasado toda la semana despotricando de las colas para las proyecciones y del trato a veces indignante que se nos presta a los don nadie. Pero nos volvemos de Cannes bastante satisfechos, con unas 50 películas vistas, varias de las cuales pueden figurar en la próxima edición de la Muestra de Cine de Lanzarote. Tuvimos la oportunidad de saludar en persona a Werner Herzog y también hemos podido divisar desde lejos al gran David Lynch, otro de esos ídolos que nos quedan. Lo vimos andar como si arrastrara las piernas, como un pingüino, a juego con el traje de gala que llevaba puesto.
 
Siendo muy sinceros, para nosotros lo mejor de Cannes ha sido el vino tinto de La Provenza, merecedor con toda justicia de la Palma de Oro. Y un par de bares de los que nos hicimos asiduos, el Bouchon du Port y el Spot. Hay bares que se añoran como a seres queridos. Nos vamos con pena, después de todo, echando un último vistazo. Nunca sabemos si podremos volver a Cannes. Esto es muy caro.
 
Au revoir
 
Marco Arrocha

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