Quienes nos olvidan

Me consta la existencia del Pacto de las Flores que ha propiciado la nueva configuración del Gobierno de Canarias. No me consta, por contra, la apuesta por una Consejería de la Felicidad ni en el Gobierno ni en ningún Cabildo, como tampoco he oído mencionar que Arrecife apueste por la creación de un área de la felicidad vinculada a concejalía alguna.
 
Si bien este es un tema transversal a todas las áreas de cualquier gobierno, pues el éxito de las políticas debe generar bienestar en la ciudadanía, nadie parece ocuparse expresamente de tal asunto. Y sobradamente conocemos cómo incide en nuestro ánimo de forma negativa aquello que no se atiende, o de forma positiva el asfaltado de nuestra calle o la bajada de impuestos. Creo que no sólo no lo han olvidado nuestros dirigentes, sino que ninguno ha considerado de forma expresa pensar en el bienestar —en la felicidad— de todas nosotras. Si hay un consejero con competencias directas,  y puede que no sea consciente de ello, ese es el de asuntos sociales, bienestar social, o cómo gusten en denominarla.
 
¿Qué más social que la felicidad colectiva, lograda con medidas que la favorezcan?
¿Qué más social que la felicidad colectiva, lograda con medidas que la favorezcan? Cubiertas o atendidas aquellas situaciones de desamparo y de atención a los más vulnerables, ahí,  en ese punto, se dan por logrados los objetivos de un área como esta, sin pensar que corresponde atender también al resto de la comunidad en el empeño de darle satisfacción por el mero hecho de su ciudadanía. Lo que digo es que esa misma consejería, de forma más transversal que ninguna, debería ser capaz de acometer acciones para el bienestar social. Léase la mejora del espacio urbano para el logro de la felicidad colectiva, la plantación de árboles para solaz de la ciudadanía, la apertura de cauces de participación para que la población se sienta útil y satisfecha...
 
La felicidad de la población, las condiciones para su bienestar, para los trabajadores de una empresa, o para el alumnado y profesorado de un centro educativo debe ser una aspiración de un buen gobierno. Y siendo verdad que sin un hogar ni recursos para subsistir se puede ser medianamente feliz, hay condiciones que procurarían algo de paz a nuestro espíritu. Unos arbolitos, unas fachadas en condiciones, unos buenos paseos sin tráfico... Sí, ríanse ustedes, pero creo que quien no esté en esa onda tiene el fracaso asegurado, y los votos prestos a la urna de quien garantice esos mínimos de bienestar.

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