Top Secret, 5 de mayo de 2020

Sensatez

Foto: Archivo

Sensatez

Los residentes habituales en la isla de La Graciosa, y los cuatro turistas a los que les sorprendió allí el confinamiento, y allí siguen, son todo un ejemplo de sensatez en estos tiempos de chaladuras y alucinaciones de epidemiólogos de salón. Durante mucho tiempo los medios de comunicación subrayábamos la ausencia de positivos en la isla de La Graciosa y allá, al tiempo que cultivaban un lógico orgullo interior, lanzaban mensajes de cautela de cara a la galería. Y frenaban la euforia no fuera a ser que legiones de periodistas dieran el salto a Caleta de Sebo y, sin querer, dejaran alguna microscópica pelota con trompetillas, que es como gráficamente identificamos al virus que ha generado la Covid-19. Luego vino el anuncio de que la octava isla sería la primera, junto con El Hierro, La Gomera y Formentera, en pasar a la Fase 1. Y ellos vuelta a contener cualquier atisbo de emoción para que no se les notara. Y hoy, por fin, han estrenado esa primera -o segunda, ya ni se sabe- etapa que nos introduce en la nueva normalidad.

De lunes

¿Y cómo es esa nueva normalidad a la que han empezado a ingresar los gracioseros? Pues con mucha discreción. De lunes de nueva normalidad. Como era previsible, algunos periodistas se han acercado al lugar y se han encontrado con una isla que no se ha dado por aludida. Ninguna pista que hiciera pensar que hoy es un día especial para sus habitantes. Prácticamente todo cerrado, excepto aquello que puede ir tirando con los euros de los que allí viven y que, dicho sea de paso, ha estado abierto todo este tiempo. Lo esencial, que se llama. Puede que alguna mascarilla de más por las calles de Caleta de Sebo y pare usted de contar. Hasta el más despistado de La Graciosa sabe que confianzas, las mínimas. Es cierto que el coronavirus dichoso tampoco se ceba especialmente en Lanzarote, de donde procedían los visitantes de hoy, pero mejor prevenir. Un solo contagio en la octava isla y se lía la mundial. La sanitaria, que es la que más nos ha de preocupar, y la política que, visto lo visto en el estercolero nacional, tampoco si iba a notar de más.

Controles

Y ustedes se preguntarán: ¿Los viajeros de la primera fase tocaron puerto sin ningún tipo de control? Evidentemente, no. Antes de salir de Órzola, personal de la Cruz Roja se encargó de tomarles la temperatura. Ninguno con fiebre, así que adelante. ¿Es eso efectivo? ¿O se deberían hacer test de esos que conocemos como rápidos? En realidad, da igual: ni una cosa ni la otra son cien por cien fiables. En primer lugar, porque tener fiebre no siempre es sinónimo de tener el síndrome respiratorio agudo severo (SARS-Cov-2), que así se llama el virus que popularmente conocemos como coronavirus y que provoca la Covid-19, nombre de la enfermedad. Y, como todo el mundo sabe, remedios contra la fiebre hay muchos. Una horita antes de pillar el barco te lo tomas y viento en popa. Y en cuanto a los test rápidos, su fiabilidad tampoco es incuestionable. De hecho, suelen fallar más de lo deseable. Al propio Hospital General le ha cantado algún positivo que luego han tenido que borrar de la lista al no confirmarse en las PCR, las pruebas diagnósticas del todo fiables pero cuyo resultado tarda horas en conocerse. En resumen: los gracioseros hacen muy bien en ser cautos y sensatos.

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