Tindaya sin Chillida

Tras el pacto de las flores, lo que se lleva en las Islas es la protección frente a la permisividad y la desregulación. De la isla de Fuerteventura parece que llegan vientos de cambio con la montaña de Tindaya, al anunciar el Cabildo majorero su intención de enterrar definitivamente el póstumo proyecto escultórico de Chillida. Aunque ha acogido la noticia con indisimulado regocijo, la Coordinadora para la Protección de la montaña de Tindaya se ha tomado con cautela la decisión del Cabildo. Claro, no han visto otro en varios lustros y están acostumbrados a que las cosas sean en un solo sentido. Intereses políticos y económicos aparte.
 
El nuevo Gobierno insular de Fuerteventura no está por la labor de que se vacíe parcialmente la montaña para crear un monumento a la tolerancia, consistente en una sala cúbica en su interior y con un túnel de acceso a media ladera y dos chimeneas verticales que dieran iluminación. No deja de ser paradójico lo de la tolerancia, por cuanto ese espacio alberga valores patrimoniales, naturales y paisajísticos cuya presencia debe resultar intolerable a los promotores; de ahí seguramente el recurso al concepto del vacío.
 
Durante largos años, la Coordinadora ha estado en vanguardia en defensa de la montaña, con el apoyo de los ecologistas agrupados en torno a Ben Magec, expertos de las dos universidades canarias y algunos partidos políticos de corte progresista. En este tiempo, más de 20 millones de euros se fueron por el desagüe en estudios previos de indudable inutilidad. Por eso, piden más y rapidito, como la creación de un parque arqueológico en la zona y una nueva delimitación del Bien de Interés Cultural, hasta ahora restringido a la cima donde se encuentran los grabados podomorfos prehispánicos, y que contemplaría la montaña y los yacimientos adyacentes. A ver si dura este nuevo ciclo…

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