Tres títulos para un problema

Tres títulos para un problema

Por el momento que vivimos, a menos de un año de unas elecciones municipales, ya no hay tiempo para recibir gestos de nuestros gobernantes. Parecen demandarse acciones que nos permitan creer que la ciudad o alguna parte de ella cabe en la cabeza de la alcaldesa de la capital. No hay bordillo, alcorque, fachada, muro o pavimento que no reclame su atención. Incluso esa larga avenida ganada a la ciudadanía demanda medidas complementarias en parte de ella, así como intervenciones de gran calado en otra.
 
Es como si no existiera pasión en su relación de amor con la ciudad. Y si no hay amor, acaso sea sexo no consentido. Y así nos va.
 
Eva puede cambiarme la vida
Me gustaría poder abrir la ventana y tocar las ramas de los árboles que acompañan mi calle, mi casa, cada calle y cada casa. Árboles que den sombra a mi vida. ¿Te suena, Eva?
 
Eva tiene el destino de mi calle, de mi barrio, de mi ciudad en sus manos. Un buen día decidiste vivir entre nosotros. Te damos la bienvenida porque con gente de todas las latitudes conformamos esta comunidad que somos, una amalgama de seres de todo origen. Por ello debemos presumir que no estás contaminada de la mirada de quienes el tiempo y la costumbre le impiden ser objetivos y dejan de ver  aquello que perturba su existencia. Como alcaldesa, si tus ojos no llegan, debes a este pueblo preocuparte de que te trasladen eso que no ves, que no percibes, y que nos hace tan infelices.
 
Eva, ¿por qué hemos dejado de quererte?
Seguramente te han contado, has leído, has observado, que hay respuestas que dan un vuelco a calles, plazas, avenidas o descampados. Tanto cualifican esas respuestas que cambian -si no mejoran- notablemente, la vida de las personas, sólo porque ha mejorado radicalmente su percepción del espacio urbano.
 
No es posible la ceguera en un representante público, que tu insensibilidad sea real, que carezcas de imaginación, y, en su defecto, de que no tengas otros ojos que vean por ti, que los tienes: tus asesores y la vecindad que se acerca a tu mesa, aunque la experiencia me dicta que los primeros cobran por nada y a los segundos se les paga con desprecio.
 
No creo que te limites a mirar sin ver. Y me sorprendería que cuando parece que nos escuchas, realmente nos ignores y nos despidas con una palabra amable. Me resisto a pensar que la alcaldesa parezca -y sea- incapaz, y no querría dar la razón a quienes afirman la debacle de la ciudad. La realidad, no obstante, es tozuda.
 
No es posible que no percibas el desgarro de los edificios, que es tanto como decir el de nuestros corazones, los jirones de nuestra memoria, el sol que nos aparta de la calle y, paradójicamente, nos aleja de la luz.
 
Cuando privatizas los servicios que se prestan a la ciudad, nadie vigila, no hay quien supervise, no existen directrices, y así las empresas cuentan con unas condiciones poco aceptables para los contribuyentes, que observan diariamente la decadencia de esos servicios. No pareces concernida con nuestra tristeza, la posterior indignación y lo que hoy ya deviene en rabia.
 
Eva, ¿qué hacemos ante este fracaso?
Quizás, de lo que se trata es que tenemos percepciones diferentes de una misma realidad. Sólo sé que hemos ganado una avenida para la ciudadanía y, aplaudiendo la decisión y compartiéndola plenamente, esa no es una gruesa cuerda que me una a ti. Desconozco que más cosas pueden ser objeto de reconocimiento de tu labor pública.
 
Ignoro cómo percibes el espacio público, qué percibes cuando miras a tu alrededor y si te parece aceptable que las viviendas se caigan ante la pasividad de los propietarios, la ignorancia de tu policía municipal y tu propia decisión de no intervenir para revertir ese escenario.
 
Desconozco si entiendes y visualizas las ideas que ponen sobre tu mesa para la mejora del espacio urbano o si lees  y compartes la visión que se te hace llegar desde la prensa, los artículos o de forma directa, para revertir la escasa calidad del espacio y por ende la calidad de vida de tus administrados. Acaso no tengas consciencia de que capitaneas una de las ciudades más vulgares de Canarias, aunque no siempre fue así. A ello ha contribuido una mala normativa, una falta de instrucción de constructores y propietarios y unos arquitectos a los que echar de comer aparte.
 
Las ordenanzas incumplidas y que ni tu gobierno ni los anteriores han hecho cumplir. Una policía municipal que está en otros menesteres y, por qué no, la falta de servicio público de todos ustedes y hasta sus pocas luces, nos tienen en este espacio tan poco edificante aunque de tan fácil intervención. Pero, claro, eso parecen no saberlo ni imaginarlo.
 
A estas alturas somos como un poblado sin trastienda que es tanto como afirmar que la historia la devoramos para no repetirla. La parte buena, porque la mala la hacemos cada día. Conscientemente olvidadizos, conformes con las acciones de ellos y las nuestras, que son lo mismo porque salen del mismo lugar. Nada exigentes como ciudadanía porque ello permitirá que el listón baje tanto que quede a la altura razonable para que cualquiera de nosotros crea que puede acceder a algún cargo público.
 
Y si todo es paja, y si todo sobra, y si nada es eterno, qué mejor legado que recuerden que todo lo bueno que haya en el espacio público ha de ser por obra y gracia del talento compartido, de ellos, siempre atentos, y nuestro.
 
Eva, ¿estás ahí?

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