Top Secret, 25 de febrero de 2019

Un año de emociones

Para los que militamos en Manrique, los meses que se vienen por delante serán de una emoción difícil de contener. El centenario del nacimiento de César nos lo devolverá una y mil veces. Y en todas nos dejaremos atrapar por la fuerza de las palabras que lo retratarán. Siga leyendo...

Un año de emociones

Para los que militamos en Manrique, los meses que se vienen por delante serán de una emoción difícil de contener. El centenario del nacimiento de César nos lo devolverá una y mil veces. Y en todas nos dejaremos atrapar por la fuerza de las palabras que lo retratarán. Diario de Avisos, el decano de la prensa en Canarias, ha iniciado una serie de reportajes con motivo de los cien años de vida de Manrique. En ellos se hablará de la vida, la obra y el mensaje de César, como se define en el artículo de presentación publicado este domingo y firmado por el periodista Juan Carlos Mateu. Y en la misma edición, dos entregas más: el recuerdo de Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina, ingenieros de caminos y estrechos colaboradores de César a partir de sus  intervenciones en el Puerto de la Cruz, de un lado, y la firma del periodista Carmelo Rivero, de otro. En todos ellos, coinciden tres características imposibles de separar de la personalidad del más universal de los conejeros: su visión artística, su pasión por la vida y su defensa del medio. Y en eso nos tenemos que centrar en las celebraciones que tenemos por delante.  Si César Manrique pudiera asistir a los actos de su 100 cumpleaños, sería impensable organizarle algo que se apartara de lo que siempre fue su vida. En realidad eso nos pasa un poco a todos. Nadie espera que sus amigos le preparen una fiesta de cumpleaños haciéndolo espectador de aquello que más odia. De ahí la importancia de que sean tus amigos los que te preparen la fiesta.

El grito en el cielo

Amigó y Olcina, que conocieron a César en 1967 en el Puerto de la Cruz y ya no se separarían más de él, comentan en Diario de Avisos que Manrique era un ser vitalista, con una enorme alegría por vivir y una ilusión contagiosa en todo lo que hacía. Inmediatamente, se ganaba a todos los que trabajaban en una de sus obras espaciales. Y de ahí al respeto cuando el artista total mandaba rodar una piedra, cambiar de lado un helecho o retocar con pintura blanca un imperceptible desconchón. De estos pequeños detalles pueden dar fe la legión de colaboradores que tuvo Manrique. Y de la visión que sólo él tenía de las maravillas de la naturaleza. Una de las anécdotas que se cuenta en los reportajes de este domingo tiene que ver con un callao. Cuentan que César Manrique se lo quedó mirando largo rato y luego mandó a sus acompañantes que lo tocaran y se recrearan en “una obra de arte del carajo” que la naturaleza había tardado miles de años en esculpir. Así era él. Todo el rato.

Su mensaje

Así que, por encima de su obra, que ahí está y ahí seguirá en los tiempos, en estos meses que tenemos de conmemoración es más importante centrarse en aquello que está en peligro: su mensaje, su pensamiento. La filosofía que trató de transmitirnos. “La especulación y, por consiguiente, la masificación del espacio, o el escaso interés que se presta en mi tierra a la educación y la cultura hacen de las Islas un territorio hostil para quienes, como en mi caso, la actividad mental y artística es algo irrenunciable”, le dijo al periodista Carmelo Rivero en una entrevista para El País apenas un año antes de su muerte. Era 1992 y pese a todas las batallas, Lanzarote ya crecía hacia lo que hoy conocemos. Manrique hoy “pondría el grito en el cielo” al ver cómo está lo que nos rodea, dicen Amigó y Olcina. Y podemos corroborar todos los que lo conocimos. El Centenario nos dará ocasión de cantar y bailar (el Cabildo presenta hoy más de 20 conciertos). Los pondremos en la columna del César vitalista. Pero los que militamos en Manrique estamos a la expectativa por ver qué ponemos en la del César activista.

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