Una mierda de Ley

Todo en estas Islas está como para poner en evidencia su lado escatológico, y ello porque ante determinadas opiniones sobre la falta de calidad de determinados textos legislativos recién horneados, he querido proceder a la lectura e intento de comprensión de determinado articulado de la Ley de Patrimonio Cultural. Si algunos han cuestionado su limpieza, he podido concluir que, efectivamente, estos parecen tener su razón.
 
A priori, esta ley, denominada de patrimonio cultural, y que ha olvidado lo de histórico, no creo que vaya con nuevos tiempos. Y lo afirmo porque no me parece reconocer que exista una mirada sobre el patrimonio que haya dejado de ser conservadora, ni que las condiciones del patrimonio ni su definición hayan cambiado como para que obligue a un marco legal tan laxo como exigirían esas nuevas condiciones.
 
Nunca tanto batata ha pastado junto
El patrimonio y la comprensión de lo que supone nunca ha sido de consumo de masas, aunque sea para el disfrute de todos. Deviene en patrimonio de la comunidad aquello que reúne determinadas condiciones, y siendo así, algunas manifestaciones de la cultura de un país, región, ciudad, o pueblo, serán objeto de medidas de protección y de especial celo en su conservación, y para garantizar su integridad y durabilidad en el tiempo se redactan normas y leyes. En los bienes en los que no concurran aquellas condiciones necesarias para ser legado a las siguientes generaciones, por viejos que sean, habremos de pactar que no se cataloguen y que puedan ser objeto de transformación, se demuelan o se relean como a cada artista le parezca o las normas municipales permitan.
 
Lo que creo es que en los alrededores del asunto de los bienes merecedores de alguna medida de protección deambulan nuevos agentes que adquieren determinado poder entre esta clase política tan poco instruida que nos toca sufrir. Esa clase formada por una camarilla que apela a la democracia para solicitar su derecho a estar ahí porque el pueblo le ha votado. Nunca tanto batata ha pastado junto.
 
Las leyes se hacen para estos al ritmo del tintineo de unas monedas
Son los tontos útiles que comen de la mano de empresarios corruptos que manejan el poder y algún medio de comunicación. En Lanzarote, algo sabemos de eso. Las leyes se hacen para estos al ritmo del tintineo de unas monedas. Como el poder mal administrado contamina todo lo que toca, no me sorprende que las críticas a los colegios de arquitectos —por su inclusión en la Ley de Patrimonio Cultural con el objeto de informar obras en bienes protegidos sobre los que curiosamente sus colegiados intervendrían— tengan algo de verosimilitud. Los colegios representan la construcción y la obra nueva y nunca la conservación de los bienes culturales. Porque no hablamos de arquitectos especialistas en inmuebles históricos, sino de colegios profesionales que agrupan a los que diseñan inmuebles.
 
Entiendo que tales colegios, en la defensa del desarrollo de la actividad profesional de sus colegiados intentarán ampliar el campo de acción profesional de todos ellos. Bienes que a ojos de arquitectos no especialistas resultarían poco interesantes, lo serían más, desde su personalísima perspectiva, si meten obras de transformación, aumentan las superficies y la altura y colocan un buen repertorio de materiales novedosos que otorguen el valor del que creen que carece tanta casa vieja. 
 
Hasta ahí, no parece haber motivo para disquisición alguna más que para la opinión. A no ser que esos bienes formaran parte de un conjunto histórico, que la ley fuera amañada para que puedan ser objeto de tales intervenciones hasta poner en riesgo sus valores, y que en el proceso de información de los proyectos para esos conjuntos estén los colegios de arquitectos para defender los intereses de sus afiliados, y por qué no, de sus clientes: el interés en sacar sus proyectos adelante.
 
No me sorprenden las denuncias de manos negras sobre la Ley
No debemos olvidar que se trata de una asociación de carácter gremial integrada por quienes diseñan lo que se va a construir y cuya finalidad es la de ordenar y reglamentar el ejercicio de la profesión, así como la defensa de los intereses profesionales de los colegiados. Con idéntica falta de criterio, bien podrían haber incluido a las asociaciones de empresarios de la construcción e incluso a las cámaras de comercio. Todos igual de concernidos que aquellos en el asunto del patrimonio, o sea, nada. Si la cosa se hubiera resuelto con que se pudieran incorporar arquitectos especialistas, aquí no tose nadie.
 
Por eso, no me sorprenden las denuncias de manos negras sobre la Ley para que los redactores escriban al dictado del interés  de aquellos. Los lobos y las zorras cuidando del corral es lo que parece que pretenden con ella.
 
Nunca antes, porque siempre lo grave es lo inmediato, nunca, habíamos padecido de forma tan nítida estos niveles de incertidumbre por la pérdida de la decencia, de la certeza de la ausencia de valores y de la conciencia de la falta de los principios que han de regir lo público.
 
Nunca ha sido tan complicado convivir con tanto pirata con el poder de dictar o hacer leyes. Ya van dos, la del Suelo y la de Patrimonio Cultural, y siempre encuentran interesados a los que corromper. Cosas de CC, supuestamente.

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