Top Secret, 10 de septiembre de 2018

Unión

Unión
Vale. Sabemos que esa palabra pone de los nervios a más de uno y de una. Pero no por ello vamos a dejar de usarla. ¿No? Es como si en el PP evitaran decir “podemos” por aquello de no mentar a la bicha política. El Caso Unión tiene todavía cuestiones que resolver. Algunas ya se juzgaron y hay gente que cumple condena. Lejos de disolverse como un azucarillo, como vaticinó el mal político y peor vidente Paulino Rivero, fiscales y jueces han ido demostrando, y lo seguirán haciendo, que hubo un tiempo en Lanzarote donde la corrupción campaba a sus anchas, la impunidad se sentaba en los despachos políticos y empresariales y la sociedad miraba hacia otro lado. Cierto es que Unión, el Caso, no se centró precisamente en los momentos de mayor auge económico, sino cuando lo gordo había pasado ya. Y fíjense la que lió. No sabemos qué hubiese ocurrido si todo eso se destapa desde principios de los noventa en adelante. Desde luego la historia política de Lanzarote hubiese cambiado de forma radical. Y probablemente nuestro reloj de las infraestructuras no iría con tanto retraso. Porque la corrupción condiciona elecciones y se lleva el dinero de los parques, las escuelas, las redes de alcantarillado y algunas de esas cosillas que echamos en falta durante muchos años y aún hoy carecemos de ellas.
 
Desmentidos
Sin embargo la Unión a la que nos referíamos en el titular es tal cual: acción y efecto de unir o unirse. También alianza, confederación, compañía. En la arena política pegan más estos últimos términos. Cuando se acercan las elecciones siempre se suele hablar de acuerdos, pactos, uniones, alianzas... Los partidos más pequeños buscan que algún grande les lleve de la mano para, de este modo, obtener algún tipo de representación en las instituciones. Y, si eso no es posible, se lían entre ellos con el mismo objetivo de fondo. Obviamente lo que nos cuentan es que quieren desarrollar sus políticas por el bien del pueblo, la estabilidad de las instituciones y bla, bla y más bla. Todo ello viene a cuento tras la nota de prensa hecha pública por la recientemente formada Agrupación Socialista por Lanzarote, ASL, afirmando que no está en fase de negociación para concurrir con otras formaciones a las elecciones. Dicen salir al paso de unas recientes informaciones publicadas en los medios de comunicación (?) respecto a una posible lista conjunta. Aquí debemos estar todavía empanados con el pegajoso agosto, pero lo cierto es que no nos han llegado tales informaciones.
 
Montelongo
En esa nota de prensa se entrecomillan declaraciones del líder visible de ASL, José Montelongo, quien afirma que en su partido prefieren mantenerse “en el desarrollo de un plan de trabajo estructurado y efectivo, sin demagogia o promesas inútiles, que mejore las condiciones de cada ciudadano y ciudadana de Lanzarote. Ese es ahora el objetivo de la formación. Todo lo demás puede esperar”. Y dice más, insiste en no desviar la atención “y seguir denunciando la pésima situación de Arrecife y de las prestaciones del Ayuntamiento de la tercera capital de Canarias que cada vez con más precarias”. En efecto, no está usted en ningún error. Quien lo dice es el mismo que gobernó la ciudad algunos añitos. Los suficientes, entre su etapa en Urbanismo y la otra de alcalde, para que la capital lo hubiese notado. A mejor, queremos decir. Tras su dimisión por unos asuntillos que la justicia ha metido en una cosa llamada Caso Montecarlo (que igual queda en azucarillo disolviéndose, o igual no), Montelongo entró en fase de reflexión. Y da la sensación de que le ha cundido porque es ahora, y no cuando gobernaba, cuando parece haber hallado las respuestas.

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