Opinión

Arrecife Centro

El concepto Arrecife Centro viene siendo utilizado para identificar comercialmente una zona de la ciudad, en el ánimo de que tal definición sea la marca con la que competir en el escenario comercial, no sólo de la ciudad, sino de la isla.

Coincidente con el antiguo centro comercial de referencia para toda Lanzarote, la actividad estaba centrada principalmente en la Calle Real, extendida posteriormente a las calles cercanas. Su adaptación a los nuevos tiempos no parece haber ido pareja al desarrollo de nuevos ejes comerciales que han ido proliferando a lo largo del tiempo. La aparición de grandes superficies de alimentación o de  electrónica, de electrodomésticos o hipermercados, que facilita la accesibilidad y las compras, así como más variedad de productos y precios más competitivos, ha supuesto una agonía para la actividad comercial de esta zona de Arrecife ya desde antes de la pandemia, motivado por la falta de renovación, de una oferta más atractiva y de la pérdida, también, de atractivo de la zona comercial. Las aperturas que se esperan y la parálisis del centro no auguran nada bueno.

El surgimiento de otras centralidades, algo habitual cuando las ciudades se desarrollan, ha propiciado que aquellas compras que siempre se hacían en los mismos comercios del antiguo centro comercial de la ciudad se diversifiquen, y que cada barrio tenga su propia oferta con casi todo lo necesario para el día a día. La población procedente de los otros municipios ya no necesitan acceder al centro de la capital ni a la búsqueda de aparcamiento, con independencia de que ya cuentan con oferta comercial más próxima a sus lugares de residencia. Esta experiencia de reparto de riqueza deja el centro histórico de la ciudad muy cuestionado, reduciendo su atractivo a la proliferación de las terrazas y a la peatonalización existente en algunas vías, aunque llamarlo atractivo resulte mucho aventurar dado que no hemos dejado nada más a lo que aplicar el término.                                                                                                                      

De Arrecife Centro interpreto que pretende ser un concepto diferenciador, y en el espíritu estaría aquella idea que señala que el centro de cualquier capital es un lugar cualificado, de cierto estatus, en el que además concurre que se trata del casco histórico de la ciudad. En el caso de Arrecife, esa idea no deja de ser como pretender vivir del apellido familiar después de haber dilapidado la fortuna que venía de cuna. Arrecife, efectivamente, ha dilapidado su capital más rentable y lo viene haciendo a martillazos, acabando con las edificaciones más relevantes de los siglos anteriores, justo las vinculadas a la Calle Real y a sus inmediaciones. En esta vía se desarrollaron edificios comerciales durante el siglo XIX, cuyos bajos albergaban la actividad comercial y en la planta alta la vivienda de los propietarios. Nuestra Calle Real habría sido el equivalente a la Calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria si la voracidad desarrollista de los alcaldes de la segunda mitad del siglo XX no hubiera arrasado con la esencia de la que fue la primera arteria de la ciudad.

Pareciera que había que contraponer desarrollo con renuncia a determinadas señas culturales. La respuesta más aproximada que podemos barajar para tal hecho iría en la línea de que quienes plantearon que la ciudad creciera sobre sí misma y contra ella, y no sobre el suelo libre y expedito existente alrededor de toda la capital, son los mismos que tenían sus intereses en el centro histórico. No se trataba tanto de convertirla en una ciudad moderna como de ser modernos sólo sobre las propiedades de determinados propietarios. No se entendería, si no, que la Calle Real desde la Marina hasta casi Cuatro Esquinas disfrute de seis plantas de altura y todo lo que no es esta calle reduzca su edificabilidad gravosamente. Finalmente, el resultado es que ni antiguos ni modernos, sólo cutres. La conclusión parece clara y a quien correspondió tal reparto de privilegios, también. El quién y para quién casi queda contestado.

Como el lamento no sirve absolutamente de nada e impide avanzar, dejemos que lo anterior quede como el diagnóstico. Renunciaremos a lo que tiene de aprendizaje porque la dinámica parece no haber variado, ni pinta que lo vaya a ser en breve. El por dónde se avanza no creo que resulte complejo, el problema realmente es cómo abrir los ojos a los comerciantes y a los responsables públicos para que sean capaces de ver más allá de su ombligo. Las asociaciones de comerciantes no salen de los lemas y alguna canchanchanada para intentar vender más, pretendiendo que con ello ya se nos llene de compradores, como si el marco donde están sus comercios cambiara sólo con una frase puesta en un cartel o en las redes sociales y todo fuera ahora tan atractivo que borrara de un plumazo tan mala gestión del espacio público, que también deja malos resultados por todo el municipio. Parece que la falta de iniciativas cualificadas no les avergüenza, por lo que algunos creemos que están tardando en dar el relevo a quien esté dispuesto a buscar respuestas y demuestre algo más de competencia, tanto en la administración pública local como en las asociaciones de comerciantes.

En el Ayuntamiento deben considerar que con bancos y macetas lo arreglan, a pesar de que la propia alcaldesa y la Cámara de Comercio aventuraron que abriendo la avenida al tráfico, las tiendas se llenarían. Dejemos los calificativos que merecen para la conversación del bar, y constatemos que, tras la reapertura al tráfico, al menos los de la Cámara andan con el perfil bajo, tal fue la patujada que defendieron. La alcaldesa parece haber olvidado su vehemencia cuando justificaba las razones para reabrir la avenida al tráfico y las bondades que se derivarían de la medida.

En ese concepto de transformación urbana que se maneja habitualmente como necesario para todo el espacio público capitalino, y que comprendería también la antigua zona comercial hoy en  decadencia, no deja de ser un recurso repetido pero que carece de contenido cuando se apela a él, porque a día de hoy no he escuchado decir cómo se transforma Arrecife. Solo se aprecian parches y soluciones que nunca están a la altura de la dimensión de lo que significa transformar. No es demoler, no es reconstruir, no es amueblar las vías públicas...

No queda nada con lo que competir con los modernos centros comerciales que proliferan por la ciudad porque no lo podemos hacer con el atractivo que se deriva de la presencia de la vieja arquitectura, porque esta ya no está. No lo podemos hacer con la mejor oferta comercial porque la mayor parte no está ahí, ni lo podemos conseguir con la calidad del espacio público porque carece de ella. El cómo competimos cada vez se acota más. Ya me gustaría que salieran respuestas, y no quiero ceder a la rendición que supone afirmar que las ciudades son lo que son sus habitantes. Algunos nos resistimos a que esto siga en caída libre por estar en manos de quien estamos.

La oportunidad que brinda la relación de conveniencia de quienes se han repartido el Cabildo y el ayuntamiento de la capital, en lo que respecta a qué beneficios tiene para la recurrente necesidad de transformación de la capital de la isla no sé dónde queda, y lamentaría que llegados a 2023 todo siga igual. También opino que las dos mandatarias de referencia, como pasa también en Teguise, deben considerar que haciendo doblete en el cabildo o el ayuntamiento con el Parlamento es porque por aquí no hay nada que hacer, ya sea porque no saben que hacer o porque crean que no tiene remedio.

Se pasan cuatro años de campaña para estar  otros cuatro años y se olvidan del servicio público. No, el w.c. , sino el otro, el de estar por nuestro bienestar.

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