Opinión

El manual de Sánchez

La corrupción y Cataluña están triturando a PP y PSOE. Son muchos, puede que demasiados, los factores que se han acumulado en estos últimos años. Entre otros, la crisis económica que afectó con extrema dureza a Europa en el periodo 2007-2014 -especialmente a los países del sur- acabó provocando un auténtico revolcón a los gobiernos europeos de aquel momento. En el caso de España, la crisis se llevó por delante al Gobierno de Zapatero y aupó a Mariano Rajoy hasta la Moncloa, con una holgada mayoría absoluta.
 
Al malestar generado en la calle por los crecientes problemas de las economías domésticas se sumaron -convulsionando aún más a los ciudadanos- episodios como Taula, Máster, Lezo, Púnica, Bárcenas, Gürtel y otros casos de corrupción en los que se vieron envueltos los populares, que se vieron finalmente arrastrados a la oposición.  Al mismo tiempo que crecía el desafecto al PP, en el centro derecha se abría un espacio huérfano que ocupó Ciudadanos y más tarde Vox. 
 
La sentencia del caso Gürtel fue la excusa perfecta para que Pedro Sánchez, Podemos, los vascos y los independentistas catalanes unieran sus votos y censuraran a Rajoy. Un PSOE renovado asumía el Gobierno de España en plena recuperación económica, con unas expectativas favorables después de ocho años muy duros para los ciudadanos,  en especial para los autónomos y las pequeñas y medianas empresas. El viento soplaba de cara a pesar de la precariedad parlamentaria que sostenía al Gobierno.
 
Los guiños, en pequeñas dosis
Cataluña ha concentrado desde 2013 la atención política en España. La dependencia del Gobierno de Sánchez de los independentistas catalanes ha incrementa todavía más la presencia en la agenda gubernamental del “problema” catalán. En ese contexto, los primeros pasos que da el Gobierno de Pedro Sánchez, abriendo un diálogo político con el Govern, tuvieron buena acogida en gran parte de la sociedad española. Fracasada la política de mano dura del PP y la de “pasar del asunto”, pareció que se imponía el diálogo civilizado con los independentistas catalanes. Hasta ahí todo pareció tener sentido, racionalidad y sensatez. Sin embargo, los problemas para Sánchez comienzan cuando los independentistas responden a la invitación al diálogo y al acuerdo con desdén y una planificada estrategia chantajista.
 
Solo por citar algunas de las concesiones de Sánchez, que han recibido el desprecio por parte del insaciable Puigdemont y los suyos, hay que recordar que el Gobierno de Sánchez creyó que estaba dando un paso importante al lograr modificar el criterio de la Abogacía del Estado, apuntando al delito de sedición y no al de rebelión por parte de los encausados en el proceso. Los independentistas siempre consideraron muy insuficiente este gesto. El Gobierno fue subiendo más tarde su apuesta para convencer a los independentistas, asumiendo costes cada vez más altos. Los guiños han sido en pequeñas dosis, pero puestos todos en fila muestran hasta qué punto Sánchez ha jugado fuerte para atraerse a los independentistas.
 
La onda expansiva ha alcanzado al propio PSOE
Se recuperaron las reuniones de las comisiones bilaterales y se retiraron recursos de inconstitucionalidad importantes que la Generalitat reclamaba. Además, se dio un salto político que hace solo dos meses era imposible por el coste que podía suponer para el PSC: Miguel Iceta ofreció el apoyo de su partido para los Presupuestos catalanes. Después llegaron las cuentas del Estado, con un fuerte aumento de la inversión en Cataluña, que pasa del 13% al 18%, atendiéndose así una vieja reivindicación  de los independentistas. Más tarde, el Gobierno de Sánchez asumió el coste de proponer una  “mesa de partidos que conduzca una propuesta política sobre el futuro de Cataluña”.
 
Para la oposición, esa mesa es material inflamable que alimenta su discurso de que Sánchez es capaz de cualquier cosa para seguir en La Moncloa. No satisfechos con los gestos de Sánchez, los independentistas han presentado sendas Enmiendas a la Totalidad de los Presupuestos del Estado -poderoso instrumento de presión hasta que se vote el próximo día 13 en el Congreso de los Diputados-. La última concesión a los independentistas catalanes -la introducción de la figura del relator o mediador- para dar fe de los acuerdos que se alcancen en las reuniones de la mesa de partidos ha desatado un revuelo político con pocos precedentes en nuestra democracia. La onda expansiva ha alcanzado al propio PSOE porque internamente ha abierto una crisis que parece ir a más. 
 
Cataluña puede ser, esta vez, la causa que propicie un cambio de gobierno en España. Los guiños de Sánchez han ido a más y la posición de su partido a menos. Los socialistas temen que el electorado les pase factura por las decisiones de Pedro Sánchez. Esos guiños no convencen ni a los independentistas ni a muchos pesos pesados del PSOE. Al manual de resistencia del presidente se le están abriendo demasiadas bocas de agua.

Comentarios