Opinión

El ‘match ball’ de Sánchez

El ‘match ball’ de Sánchez

El trabajo de la fontanería de Moncloa y de la Generalitat, y la buena disposición de Pedro Sánchez y Quim Torra, funcionó. El encuentro que los presidentes de España y Catalunya llevaron a cabo el pasado lunes dejó la puerta abierta a seguir hablando. Teniendo en cuenta la situación de quiebra total por las que han pasado las relaciones entre las Instituciones del Estado y los independentistas catalanes lo ocurrido es un hecho positivo.
 
El pasado domingo apunté que más importante que lo que hablaran en la reunión era la puesta en escena de los resultados de la misma. Francamente, haber podido celebrar una reunión civilizada y respetuosa, en el ambiente de ruptura que envuelve todo lo que huela a las relaciones del Gobierno de España con las principales Instituciones catalanas, constituye un dato muy a tener en cuenta.
 
Después de la reunión entre ambos mandatarios, ni los constitucionalistas encontraron suficientes argumentos para desacreditar la iniciativa de Sánchez ni los independentistas renegaron del papel jugado por Torra. A lo mejor es un falso espejismo, pero parece que los independentistas catalanes buscaban una rendija por la que colarse para replantear su estrategia, dado que la confrontación frontal con los poderes del Estado no conducen sino a la prisión y a la frustración.
 
Mejoraría todavía más dicha puesta en escena que este primer encuentro de Sánchez y Torra tuviera continuidad, con similares resultados, con la reunión de la vicepresidenta del Gobierno español y el vicepresidente de la Generalitat. Carmen Calvo y Pere Aragonés pueden jugar un papel muy importante para favorecer el diálogo entre los representantes del Gobierno de España y de la Generalitat. La cadena de contactos entre ambas administraciones suma un eslabón más con la recientemente designada comisión bilateral -prevista en el Estatut- que encabezarán Meritxell Batet -ministra de Administración Territorial y Función Pública- y Ernest Maragall -conseller de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia-.
 
La batería de acciones descritas abre una puerta a la esperanza, en la búsqueda de un camino que permita normalizar las relaciones entre el Estado y Catalunya utilizando los instrumentos democráticos que nos hemos dado entre todos. Sería utópico pensar que de la noche a la mañana los constitucionalistas compartan las tesis de los independentistas o que los independentistas se conviertan al nacionalismo español. El reto que hay por delante es colosal, pero merece la pena intentarlo. El conflicto catalán puede consolidar a Sánchez o convertirlo en el presidente más efímero de nuestra democracia; no tenía otro camino.
 
El nuevo presidente de España no podía dejar a un lado un conflicto -como el catalán- que amenaza la unidad territorial del Estado. Sin duda, Catalunya hubiera sido una prioridad para cualquier gobierno español, pero, además, en este caso, la necesidad que tiene Sánchez de contar con las fuerzas independentistas catalanas para dar estabilidad a su Gobierno refuerza esa prioridad.
 
Las circunstancias han colocado el asunto catalán como piedra de toque que en buena medida medirá al Gobierno de Pedro Sánchez. Los primeros pasos dados apuntan en una buena dirección. No va a ser nada sencillo -todo lo contrario- que los independentistas acepten jugar en el marco que nos posibilita la Constitución. A lo largo de las próximas semanas podremos comprobar hasta donde están dispuestos los separatistas catalanes a coger el camino que lleva a mantener las discrepancias -dentro del respeto a las leyes que le ha abierto Sánchez- o si todo es puro oportunismo del momento.
 
Si las discrepancias de fondo entre Madrid y Catalunya siguen siendo insalvables, Sánchez intentará estirar en el tiempo el “clima de comprensión mutua”, porque le servirá para fortalecerse de cara a la próxima cita con las urnas. El primer asalto lo ha gestionado satisfactoriamente. Queda conocer cómo afrontará los siguientes. El presidente del Gobierno de España ha sobrevivido a su primer match ball, pero queda mucho partido por delante.

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