Opinión

Política minúscula

Con la llegada del mes de septiembre, España recupera el pulso político. Después de 147 días con un Gobierno en funciones, el nuevo curso comienza prácticamente en la misma situación en la que quedó el pasado 5 de marzo, fecha en la que Pedro Sánchez disolvió el Parlamento y convocó Elecciones Generales para el 26 de abril. A lo largo de este largo período de tiempo ha habido de todo: elecciones, investidura fallida, y mucho, mucho politiqueo. Sí, mucho politiqueo y muy poco de la llamada política con mayúsculas.
 
El 23 de septiembre es la fecha límite fijada por el calendario para investir al presidente surgido de las elecciones del 26-A; de no ser así, se disolverán las Cortes Generales y quedarán convocados los ciudadanos -¡otra vez!-  a una nueva cita con las urnas el 10 de noviembre. A pesar del prolongado tiempo con un Gobierno y un país instalados en la interinidad, todo parece indicar que los partidos continúan más ocupados en sus estrategias partidarias que en la búsqueda de acuerdos que posibiliten la gobernabilidad.
 
Indudablemente, quien tiene que marcar los pasos en la búsqueda de una mayoría que posibilite la investidura y un gobierno estable es el PSOE, ganador de las elecciones y sin alternativas que le permitan relevarle de esa responsabilidad. Sin embargo, empieza a generalizarse la idea de que Pedro Sánchez busca una nueva convocatoria electoral; en este caso, para el próximo 10 de noviembre, fecha derivada de la aplicación de la Ley Electoral española. Desde luego, todos sus movimientos -o su inacción- así lo parecen confirmar.
 
Unidas Podemos se ha convertido en imprescindible a la hora de favorecer la investidura
Los estrategas del presidente trabajan con la idea de que unas nuevas elecciones reforzarían los apoyos al PSOE y disminuirían la dependencia que ahora tienen de otras formaciones políticas a la hora de disponer de una mayoría suficiente para sostener al Gobierno. Y es verdad que la estrategia de Sánchez se ve favorecida por la posición cerrada que mantienen tanto el PP como Ciudadanos de no facilitar ningún tipo de acuerdo con los socialistas. Desde esa perspectiva, los únicos apoyos posibles para la investidura y para sostener un Gobierno de Sánchez están en Unidas Podemos y en los partidos territoriales.
 
Unidas Podemos se ha convertido en imprescindible a la hora de favorecer la investidura. Consciente de ello, Pablo Iglesias está exigiendo un Ejecutivo de coalición que garantice la presencia en el mismo de miembros de su formación política. No parece descabellada la pretensión de la formación morada, teniendo en cuenta el papel imprescindible que juegan en un hipotético Gobierno de izquierdas y en los acuerdos fraguados en varias comunidades autónomas donde ambos comparten coalición.
 
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez -con sus colaboradores más próximos- juegan una auténtica partida de ajedrez en la que, a medida de que se acerca el 23 de septiembre, el control de los nervios puede ser clave en el desenlace de la misma. Son conscientes del hartazgo de la gente y del rechazo mayoritario a la celebración de una nueva convocatoria electoral; por ello, en la medida que van pasando los días y el acuerdo entre ambos se aleja, el objetivo con el que trabajan es el de culpabilizar al otro de tener que volver a votar.
 
¿Reaccionará Iglesias y apoyará la investidura de Sánchez sin condiciones?
En principio, la repetición de las elecciones puede beneficiar a los socialistas que presumiblemente crecerían a costa de Unidas Podemos; el único adversario serio que puede tener la formación que capitanea Sánchez en un escenario de nuevas elecciones es la desmovilización de la izquierda. El riesgo que entraña la huida de la izquierda de las urnas es que se pueda repetir el escenario de Andalucía y, por lo tanto, que favorezca la suma de las fuerzas del centro-derecha.
 
Hasta ahora, la estrategia de Sánchez ha sido muy clara: primero, invita a Ciudadanos y al PP a que le apoyen en la investidura -conocedor de antemano del rotundo rechazo que iba a recibir la propuesta-; segundo, arrincona a Unidas Podemos vetando la presencia de Iglesias en un hipotético Consejo de Ministros de coalición; y, tercero, deja quemar a fuego lento a Iglesias y los suyos, exigiendo prácticamente un cheque en blanco y rechazando cualquier posibilidad de gobierno conjunto.
 
El envite que supuso el veto de Sánchez a la presencia de Pablo Iglesias en el Ejecutivo fue hábilmente contrarrestado por éste aceptando renunciar en favor de otro compañero. Ahora, Sánchez ha vuelto a envidar retando a Unidas Podemos a un apoyo incondicional a la investidura -o iremos a nuevas elecciones, advierte-. Ante el generalizado rechazo que suscita una nueva repetición de elecciones, ¿le temblará el pulso a Sánchez y renunciará a intentar rematar a la formación morada en las urnas? ¿Reaccionará Iglesias y apoyará la investidura de Sánchez sin condiciones y dejará pendiente el ajuste de cuentas para cuando lleguen los presupuestos u otros asuntos relevantes que necesiten su apoyo? La partida de ajedrez se eterniza con el país sufriendo una interinidad que está pasándole factura.

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